
Una caja de hidroxicloroquina / NARINDER NANU (AFP)
El pasado 25 de mayo, la OMS anunció la suspensión temporal de los ensayos clínicos con la hidroxicloroquina para combatir el covid-19, con base en un informe previo de la revista médica ‘The Lancet’, en donde se considera ineficaz y hasta contraproducente dicho fármaco. El informe de “The Lancet” se respaldaba en un estudio que ahora es cuestionado por los expertos y hasta por la misma revista que lo publicó.
Ahora bien, dicho estudio fue adelantado por Surgisphere, una pequeña empresa de análisis de datos de salud en Estados Unidos, la cual se basó en las referencias de unos 96.000 pacientes ingresados entre diciembre y abril, en 671 hospitales del mundo, y supuestamente comparó la evolución de quienes recibieron este tratamiento y de quienes no.
Sin embargo, el diario The Guardian constató que Surgisphere no tiene personal suficientemente calificado, además de un número muy limitado de empleados. Por otro lado, se pudo verificar que, aunque parte del estudio se realizó en Australia -cinco hospitales en Melbourne y dos en Sidney- (esenciales para alcanzar el número de pacientes australianos en la base de datos), afirmaron no conocer a Surgisphere.
También cuestionan los expertos cómo pudo la compañía obtener datos de tantos hospitales por todo el mundo, así como verificar en distintos idiomas y sistemas de codificación, a la vez que respetaba las diferentes normas de protección de datos y éticas. Según Infobae, el científico de datos Peter Ellis, le dijo a The Guardian que la base de datos de Surgisphere era “casi ciertamente una estafa”.
Debido a todo lo anterior, decenas de científicos de todo el mundo, se mostraron preocupados en una carta abierta, por la metodología empleada en dicho estudio. Entre muchos puntos dudosos, señalan el rechazo de los autores a permitir el acceso a la información, así como la ausencia de un “examen ético”.
Además, un dato realmente preocupante es que el estudio de Surgisphere y su publicación en prestigiosos medios científicos como The Lancet y New England Journal of Medicine, originó la decisión de la OMS, y a su vez indujo a muchos países a suspender su uso, entre ellos Francia, Italia, Colombia y Chile. De todos modos, otros persisten en su utilización, como Brasil, Turquía, Tailandia, Portugal y Senegal.
De cualquier manera, aunque el uso de este fármaco para el covid-19 ha sido muy discutido, sus defensores alaban su fácil disponibilidad, su bajo costo y el hecho de que los efectos colaterales son muy conocidos, debido a que es empleado desde hace años.
Sin embargo, lo preocupante del cuestionamiento al estudio que lo descalifica, es que se puede estar perdiendo la posibilidad de utilizar una herramienta que, según muchos expertos, sería muy eficaz, mientras se descubre una vacuna definitiva.
Pero no es solo eso. También es cuestionable el rigor con que se están manejando los estudios, y la ligereza con que la OMS incluye o retira fármacos, sin la debida verificación de la procedencia de los estudios que llevan a tales decisiones.
Todo lo anterior, refuerza la preocupación de mucha gente que ve cómo las noticias falsas han alcanzado los informes científicos, pues con frecuencia estos llevan un tinte político, siendo un reto para los verdaderos científicos, quienes tendrán que luchar para recuperar la credibilidad. El doctor Gilbert Deray, del hospital parisino de la Pitié-Salpêtrière lo expresa así: “Si (el estudio) es un fraude, esto afectará la confianza en los científicos de forma duradera”.
Redacción: Carlos Morales para Vivir con Sabiduría.uno con información Infobae