5 minutos. La economía china, sujeta al comunismo, muestra sus fisuras.
Recientemente se ha podido observar un retorno al comunismo más puro por parte del régimen chino, en un intento por solucionar la crisis actual. Esto, podría agravar la situación económica a nivel local y global.
Cuando en 1978, Deng Xiaoping dio inicio a la apertura económica, ésta permitió a China entrar en el río del comercio capitalista y marcó su ingreso a los grandes mercados mundiales. A partir de entonces, se inició el vertiginoso crecimiento económico que llevó al país a convertirse en la segunda potencia económica que hoy conocemos.
Pero el Partido Comunista Chino (PCCh) nunca soltó el control del poder político y social. Aunque el pueblo chino sintió alivio en la precaria situación económica vivida por años, no pudo recuperar la libertad de opinión que esperaba. Cuando decidió reclamarla, en 1989, fue masacrado en la plaza Tiananmen.
Sin embargo, el crecimiento económico se hizo imparable. Nacieron grandes corporaciones con ayuda y control del estado, y apareció una floreciente clase media.
Después de 2008, cuando el consumo externo se contrajo por la crisis inmobiliaria en EEUU, el PCCh enfocó su desarrollo en el mercado interno, siendo la industria inmobiliaria uno de los grandes motores. Entonces, con el estímulo para la creación de grandes compañías constructoras y los bajos intereses hipotecarios, los chinos comenzaron a comprar viviendas masivamente.
Todo esto era de esperarse, pues por tradición, uno de los grandes sueños de los chinos es la adquisición de vivienda. Aunque los precios de estas son muy elevados y los salarios bajos, los jóvenes acuden a los ahorros de sus padres.
Por otro lado, debido a las múltiples trabas para invertir en el exterior, hacerlo en finca raíz parece ser buena idea para quienes pueden darse tal lujo. Esto ha provocado que algunos chinos tengan varias viviendas, muchas veces vacías, ayudando a crecer la burbuja inmobiliaria.
Sin embargo, esta situación es solo una muestra de la realidad china. La brecha entre ricos y pobres ha crecido desmesuradamente. La generación actual ya no tiene las mismas oportunidades de crecimiento que tuvieron sus padres. Y los campesinos, en su gran mayoría, aún viven en condiciones precarias.
Estos escenarios parecen ser el argumento principal de Xi Jinping para regresar al comunismo del pasado. Pero, es un contrasentido, pues realmente China nunca ha dejado de ser comunista. La razón por la que la gente no reacciona es que sesenta años de adoctrinamiento y represión han logrado que el pueblo acepte su falta de libertad. Esta resignación está atada al crecimiento material. Mientras haya trabajo y una vida relativamente cómoda, no importa tener que pensar de acuerdo a lo que el régimen dicte.
Pero si continúa creciendo la brecha social, muchos reaccionarán. Tal vez por eso, el nuevo eslogan de Xi Jinping es la “prosperidad compartida”, en referencia a nivelar las cargas.
Por lo anterior, uno de los objetivos del gobierno es desestimular el auge de la vivienda, imponiendo mayores trabas a la adquisición de créditos para las empresas constructoras, y para la obtención de hipotecas.
Pero como es lógico, esto ha tenido repercusiones.
En días pasados se conoció la crisis de Evergrande, una de las mayores inmobiliarias del mundo. Esto hizo sonar las alarmas en el sistema financiero global, considerando la enorme deuda de más de $300.000 mil millones de dólares que tiene con múltiples bancos, chinos y extranjeros. Se ha llegado a especular que su quiebra podría generar una crisis como la que provocó la caída de Lehman Brothers en EE.UU., en 2008.
Este complejo panorama muestra el peligro que puede traer si explota la burbuja inmobiliaria que vive China. Porque con esto, también se presentaría un imprevisto aumento del desempleo, considerando los millones de trabajos generados por la construcción.
Este solo ejemplo, sirve para señalar que el excesivo control estatal no es tan fácil de manejar como tal vez creen los líderes del PCCh.
Tratar de direccionar el barco de la economía, adecuándolo a la ideología política, lo único que puede generar finalmente, es la desconfianza de los inversionistas. Evergrande llegó a tener el auge que tenía, así como su grado de endeudamiento, porque en su momento confió en la política estatal. Pero de repente, esta da un brusco giro y la empresa queda en el aire.
Los bancos estatales están ayudando a solucionar esta crisis por lo que representa Evergrande, pero ¿qué pasa con los miles las pequeñas constructoras que están cerrando?
Mientras tanto, el gobierno chino estrecha los controles al pueblo y toma medidas para ajustar el pensamiento de las nuevas generaciones a las directrices del partido.
Estos controles se también se extienden a nivel global, Por ejemplo, las productoras cinematográficas de Hollywood, ávidas del mercado chino y poco preocupadas por cuestiones éticas, deben ajustar su contenido a los dictámenes del PCCh para ingresar a ese mercado.
Finalmente, surge la pregunta que muchos se hacen: ¿hacia dónde se dirige China?
Las ambiciones de expansión global son claras. Pero, ¿podrá un país donde no existe libertad de pensamiento, imponerse al mundo libre? Si analizamos con detenimiento todo lo que ocurre en el gigante asiático, no podríamos estar tan seguros de esto.
Al final, todo podría salir mal confirmando la conclusión del informe elaborado por el Instituto de Investigación y Estudios Estratégicos de la Escuela Militar (IRSEM), organismo afiliado al ministerio de las Fuerzas Armadas francesas de que: “China es su propio mayor enemigo”. Tratar de fusionar el capitalismo con el comunismo es como mezclar el agua y el aceite; podría resultar un coctel con lo peor de los dos mundos.
Artículo escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Imagen de portada: Envato
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