5:10 minutos. Un viejo rey quiso saber quién era la persona más tonta de su reino para entregarle un cetro. Veamos quien obtuvo este cetro.
En cierto reino, hace mucho tiempo, un monarca ya muy avanzado en edad, pensó que podría ser útil saber quién era la persona más tonta entre sus súbditos. Así como él ostentaba el cetro real de oro y adornado de diamantes y rubíes, el más tonto también debía tener su propio cetro.
De modo tal, que hizo llamar a un venerable sufí, el cual vivía alejado de la ciudad, dedicado a la contemplación en medio del bosque. Una vez lo tuvo en su presencia, le dijo:
-Sé que eres un hombre sabio, y por lo tanto creo que eres el más indicado para cumplir la misión que he decidido encomendarte. Debes partir de inmediato, visitando todos los pueblos, aldeas y campos de labor, hablando con todos mis súbditos. Tú sabrás juzgar cuál de ellos es el más tonto del reino. A él le entregarás esta caña de bambú que te estoy dando, como símbolo de su majestuosa tontería. Una vez cumplas tu encargo, regresarás para informarme.
El sufí, que en efecto era un hombre sabio, entendió que no se trataba de una misión que aportara algo al reino ni a su propio avance espiritual. Pero no quiso contradecir el capricho del anciano monarca, y haciendo una respetuosa venia se dispuso a emprender su camino.
Con la caña en su mano inició su viaje, internándose por remotos parajes en las montañas, visitando extensos valles, conociendo aldeas cuyo nombre ni siquiera se podía pronunciar. Habló con infinidad de personas, indagando por los más tontos. Pero cuando los conocía, llegaba a la conclusión de que todos tenían, así fuera en una minúscula fracción, algo de conocimiento.
Después de mucho andar llegó hasta las costas del reino, donde la espuma del mar llegaba pacífica a playas doradas. Habiendo pasado varios meses, decidió regresar nuevamente ante el rey, sin haber podido entregar la caña a alguien que la mereciera.
Tan pronto como arribó a la capital se enteró que el monarca se encontraba muy enfermo, y muchos creían que la hora de su muerte estaba cercana. No queriendo dejar su asunto inconcluso, se apresuró a llegar hasta el palacio, donde los médicos le confirmaron que el rey estaba próximo a partir al mundo del más allá.
Sabiendo esto se acercó, con el respeto debido, hasta el lecho del soberano, quien se veía demacrado, con los ojos fijos en lo alto, mientras débilmente, en un susurro apenas audible, murmuraba algo. El sufí acercó su oído a los regios labios, y pudo escuchar un desesperado lamento:
-¡No hay en el mundo un hombre más desafortunado que yo! Si los dioses me dieron un reino y enormes riquezas, ¿qué sentido tiene si no puedo llevarlas conmigo? ¿Por qué pude tener tantas joyas y propiedades si debo abandonarlas todas? ¡No quiero irme con las manos vacías!¡Eso no es digno de un rey!
Después de escuchar estas palabras, el sufí se incorporó lentamente, y moviendo la cabeza con aceptación, puso en las manos del soberano rey la caña de bambú que hasta ahora no había encontrado destinatario.
Reflexión: No necesariamente el más ignorante es el más tonto. Tonto es quien se aferra a aquello que le ha sido dado por breve tiempo, y no sabe desprenderse de las cosas materiales.
Cuento anónimo indio adaptado para VCSradio.net
Imagen de portada: Carlos Morales G. para VCSradio.net
Narración: Javier Hernández
Tema musical: Fife Feature Lowlands AwayTrenton from the George Washington Show/ The United States Old Guard Fife and Drum corps
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