4:30 minutos. Cierto día, un yogui andaba por un camino que conduce hacia Benarés, donde esperaba visitar un antiguo templo muy venerado por todos los creyentes.
Cierto día, un yogui andaba por un camino que conduce hacia Benarés, donde esperaba visitar un antiguo templo muy venerado por todos los creyentes. Este yogui ya había alcanzado un alto nivel espiritual, y los asuntos mundanos le resultaban irrisorios.
Sintiendo que debía comunicarse con su yo interior, ya cerca del amanecer, decidió sentarse a la orilla del camino, y rápidamente entró en un profundo estado de meditación. En dicho estado elevado de conciencia, se halló ausente del mundo que lo rodeaba.
Pasados algunos minutos, cruzó un ladrón por aquel sitio. Al verlo allí sentado, vestido humildemente y con una larga barba algo descuidada, pensó para sí mismo:
“Es indudable que este hombre es un ladrón como lo soy yo. Muy seguramente pasó la noche robando, y cansado a esta hora, no tuvo inconveniente en dormirse a un lado del camino. Lo más prudente, creo yo, es alejarme cuanto antes, pues si viene la policía a prenderlo, también me pueden detener a mí”.
Sin dudarlo más, apresuró el paso y se alejó de ese sitio, mientras el yogui, indiferente a todo, continuaba en su profunda meditación.
Al poco rato, se presentó un borracho, tambaleándose al caminar, dando un traspiés tras otro. Abriendo las piernas para no caerse, se detuvo un momento a mirar a aquel hombre que parecía dormir profundamente. Aclaró un poco sus ideas, y pensó:
“Veo que este pobre está peor que yo. Ha tomado tanto licor que no puede moverse. Mejor será dejarlo que pase su borrachera ahí donde está”.
Olvidando al instante lo que acababa de ver, se alejó con paso vacilante siguiendo el camino que llevaba.
Finalmente, se acercó un buscador espiritual. Llevaba mucho tiempo esperando encontrar un auténtico maestro que lo instruyera en el camino de la verdad. Venía sumido en sus cavilaciones, pero al llegar a la altura del yogui, de repente reparó en él, e inmediatamente detuvo sus pasos. Sin siquiera permitir ningún tipo de pensamiento que lo distrajera, se acercó hasta la figura inmóvil y postrándose de rodillas, se inclinó y besó sus pies.
El yogui abrió levemente los ojos, y dejando ver una sonrisa, le dijo con tono mesurado:
-Hijo mío, ya levántate. En ti reconozco el discípulo a quien deseo entregar mi conocimiento. Si quieres seguirme, podré conducirte por la vía de la verdad suprema.
Reflexión: Solo quien realmente busca el camino espiritual tiene la capacidad de reconocerlo tan pronto como se le presenta. Pero quien está aferrado a las cosas mundanas, solo verá aquello que él mismo tiene en su corazón.
Cuento indio adaptado para VCSradio.net
Imagen de portada: Carlos Morales G. para VCSradio.net
Tema musical : admiralbob77 High Above the Darknes
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