
24 Minutos. La gaviota y el pingüino es un cuento mágico que enseña a valorar lo que tenemos. Puedes escucharlo o leerlo a continuación:
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LA GAVIOTA Y EL PINGÜINO
Había una vez una blanca gaviota llamada Carlota. Sus grandes alas le permitían disfrutar de largos viajes a lo largo del mundo y disfrutaba haciendo piruetas en el aire y planeando sobre las corrientes de aire cálido.
Carlota, a pesar de ser feliz surcando los cielos, se sentía muy sola pues no tenía familia.
Un día voló, muy lejos y cuando se dio cuenta estaba sobrevolando un lugar que nunca antes había visitado. ¡Eran las costas del Océano Pacifico al sur de Chile y Argentina! Estas estaban cubiertas de capas y capas de hielo y nieve… ¡Abajo, un grupo de pequeños animalitos negros, iban de un sitio para otro con un gracioso andar! Se quedó mirándolos desde el cielo y finalmente decidió bajar.
Andando por el hielo, ya algo blandito por los tenues rayos del sol, recorrió el lugar dejando las huellas de sus patitas a su paso. Aquellos eran… una familia de pingüinos, que parecían vestidos de gala, de color blanco y negro; de pronto, se encontró con un joven, que la miraba con cierta curiosidad, poco a poco se fueron acercando. Y…
–¡Hola, soy Rufino, como puedes ver soy el más pequeño de la familia!-
Ambos charlaron durante horas, conociéndose el uno al otro, hasta que el pingüino le dijo a la gaviota:
– Como me gustaría poder volar como tú
La gaviota le contestó:
-Si, yo puedo volar y es muy divertido, pero no tengo esta gran familia que tú tienes.
Los dos se quedaron pensativos y de repente el pingüino dijo:
– ¿ Por qué no me enseñas a volar ?
– Yo no puedo hacer eso – dijo la gaviota – ya que tú nunca volarás, pero conozco a alguien que nos podría ayudar.
– ¿ En serio ? – exclamó el pingüino emocionado – ¡ yo quiero volar! ¡Yo quiero! gritó dando pequeños saltitos.
Carlota puso su ala, encima del hombro de Rufino y le dijo:
– Espérame aquí, regresaré pronto, en unos días estaré de vuelta.
La gaviota Carlota emprendió el vuelo y se alejó volando mientras Rufino la miraba embelesado.
Al cabo de unas semanas Rufino vio como Carlota se acercaba por el aire moviendo sus majestuosas alas y planeando en el cielo. Rufino se emocionó – Ya está aquí ! – pensó.
Carlota aterrizó a su lado algo cansada y le dijo a Rufino:
– Vas a poder volar-
Rufino abrió sus ojos como platos
– ¿ Lo dices de verdad ?
Carlota señaló a un montículo de hielo y Rufino lo miró nervioso y animado. De repente una brisa suave y cálida sopló y rodeado de una neblina amarilla un joven mago vestido de negro apareció de la nada en el blanco hielo.
– Ohhh!! – exclamó Rufino
La gaviota Carlota había volado hasta la morada de su amigo el mago y contándole el deseo de Rufino le había pedido que lo ayudara.
El mago, con toda solemnidad dijo:
– Rufino, yo puedo hacer que vueles, pero para ello necesito algo a cambio. – dijo mirando fijamente a la gaviota y al pingüino – deben cambiarse el uno por el otro.
– ¿ el uno por el otro ? – preguntó Carlota
– Si – respondió el mago- tú, Carlota, te quedarás a vivir con esta gran familia, cumpliendo tu sueño de tener padres y hermanos, pero a cambio no podrás volver a volar y tú, Rufino, volarás lejos surcando los cielos disfrutando de lo que siempre soñaste, poder volar.
Los dos se quedaron pensativos unos segundos y de repente Rufino dijo firmemente:
– Yo estoy de acuerdo, toda mi vida he deseado volar y viajar por el mundo y no voy a perder esta oportunidad.
Carlota, que deseaba enormemente tener familia asintió con la cabeza – Yo también estoy de acuerdo.
Sin decirles nada más, el mago levantó su mano, en la que sostenía una vara mágica, cerró los ojos y pronunció unas extrañas palabras
– ¡itarap…. senoicidneb!
Una poderosa luz azulada, envolvió a los dos amigos.
Al cabo de unos instantes la luz desapareció y Carlota y Rufino se miraron el uno al otro. Rufino había desarrollado unas largas plumas en sus antes minúsculas alas y asombrado comenzó a moverlas. Su rechoncho cuerpo empezó a levantarse en el aire y Rufino sintió como sus pies dejaban de tocar el suelo.
– ¡ Estoy volando ! – grito – ¡ vuelo ! – mientras Carlota lo miraba emocionada.
Rufino se elevó un poco más y más, sentía el aire en su cara mientras revoloteaba en círculos, podía ver más allá de su casa, las montañas nevadas, las grandes llanuras blancas, el mar sembrado de pequeños bloques de hielo blanco. Sin poder dejar de mover sus alas, llevado por una fuerza desconocida, Rufino se elevó y elevó en el cielo y de repente dijo gritando para que lo oyeran:
– Querido mago ¿ acaso no voy a poder despedirme de mi familia ?
– No- respondió el mago mirando al cielo hacia donde revoloteaba Rufino – Ya no, debes volar lejos o el hechizo se romperá.
Rufino, algo apenado por su familia, pero emocionadísimo por poder finalmente surcar los cielos cómo siempre había soñado, siguió volando y volando hasta perderse en el horizonte.
– Tú, Carlota – dijo entonces el mago – ve sin miedo a reunirte con la familia de pingüinos, ellos ahora te acogerán como si fueras una más de la familia.
Carlota se dirigió tímidamente hacia la gran familia que habitaba ese lugar que estaba ya reuniéndose para pasar la noche. Con gran sorpresa vio como todos le daban la bienvenida y la acogían con ternura rodeándola.
El verano pronto llegó y tanto Rufino como Carlota vivían su nueva vida bajo los rayos del sol.
Rufino volaba y volaba recorriendo el mundo. Visitó las hermosas costas de Chile y Argentina, voló sobre la gran selva amazónica, conoció la costa Este de América, donde se maravilló de los altos edificios de las grandes ciudades, voló sobre los grandes ríos aventurándose a casi rozar con las caudalosas aguas, sobrevoló el Caribe donde el aire cálido y la visión del mar turquesa le hicieron sentir sensaciones que jamás había experimentado y siguió y siguió volando sin descanso, viviendo aquello que siempre había anhelado en sus sueños.
Por otro lado Carlota disfrutaba del calor de la familia, de las tardes de risas y juegos, de los momentos en que contaban historias, de los chistes del tío Rosendo, de las travesuras que compartía con sus adolescentes hermanos pingüinos agotándose bromas y sobre todo, disfrutando del amor que le brindaban sus nuevos padres, quienes sin ser conscientes del hechizo al que habían sido sometidos, trataban a la gaviota Carlota como si fuera su hija, olvidándose por completo de su hijo Rufino.
A mediados del verano, Rufino contemplaba un hermoso atardecer, posado en una roca al lado del mar en las islas Galápagos, viendo como el sol se ponía en el horizonte al Oeste, cuando de repente dejó escapar un profundo suspiro y su alma se llenó de melancolía manifestó.
– Extraño las risas de mis hermanos, los chistes de mi tío Rosendo, las travesuras y bromas que le hacía a mis mayores y a mis primos, pero, sobre todo, echo de menos el amor de mis padres-.
Con la mirada puesta fijamente en el ya casi dormido sol, una lágrima rodó por su mejilla.
A gran distancia de allí, la gaviota Carlota estaba dispuesta a pasar la noche junto a su gran familia, acurrucada junto a mamá pingüino, sobre el ya verde pasto que cubría las costas chilenas. De repente su pequeño cuerpo se estremeció, su corazón se encogió y llena de nostalgia, recordó.
-Cuanto extraño los vuelos sobre los grandes ríos donde solía pescar ricos peces, sobre las extensas selvas, las altas montañas de la cordillera de los Andes donde solía pararme a descansar, la cálida brisa del mar del Caribe que me ayudaba a planear con mis alas disfrutando de la hermosa vista de los mares turquesa y todos aquellos lugares que he visitado y conocido-.
Mirándose las alas, pensó en que nunca más podría volver a volar, y bajando la mirada hacia la verde hierba, cerró los ojos y una gran tristeza inundó su corazón.
Muy lejos, el joven mago dormía en su humilde cabaña, cuando de repente abrió los ojos y mirando hacia la ventana iluminada por la luz de las estrellas, se sentó en la cama. La pena y la congoja de Carlota y Rufino, habían llegado hasta él.
El mago, que además era muy sabio, sabiendo en seguida lo que ocurría se dispuso a partir. Se vistió su túnica negra, cogió su cantimplora y su vara mágica. Dio tres pasos y con los pies descalzos, se sentó sobre su mullida alfombra, cerró los ojos y pronunció en un lenguaje extraño, tres palabras.
– ¡itarap…. senoicidneb…secilet!
Una explosión de humo color ceniza alrededor del Mago le hizo desaparecer.
No habían pasado ni tres segundos cuando envuelto en una neblina amarilla apareció el joven mago frente al desolado pingüino Rufino.
Rufino se sobresaltó al ver la neblina amarilla, pero ya era algo familiar para él, así que no se sorprendió al ver aparecer al mago. Rufino se secó las lágrimas y exclamó:
– ¡Eres tú! , ¡el mago!
– Si- yo soy – dijo con voz suave el joven – tu tristeza ha llegado hasta mi corazón.
Rufino agacho la cabeza y dijo :
– Si amigo mago, me hiciste muy feliz pudiendo volar y viajar, pero me he dado cuenta de que echo muchísimo de menos a mi familia.
– ¿ Quieres regresar con tu familia ? – le pregunto el mago a Rufino
Rufino respondió – Nada me haría más feliz
El joven, dijo a Rufino
– cierra los ojos
Rufino cerró los ojos y el mago, levantó el brazo y envolvió a Rufino con su negra capa, el cual por unos instantes sintió un ligero mareo y un cosquilleo por todo su cuerpo antes de quedar profundamente dormido.
En la Patagonia, Carlota estaba acurrucada al lado de su madre pingüino cuando una ligera brisa hizo que levantara la mirada. Su amigo el mago había aparecido frente a ella.
– Estoy aquí amiga Carlota. He sabido de tu aflicción.
Carlota, poniéndose en pie desperezándose ahuecando sus plumas, dijo:
Sí, soy feliz con mi nueva familia, pero echo muchísimo de menos poder volar y viajar por el mundo.
– ¿ Quieres volver a volar ? – preguntó el mago
– Carlota respondió – Nada me haría más feliz
– Cierra los ojos – dijo el mago
Carlota cerró los ojos y el mago, al igual que había hecho con Rufino, envolvió a Carlota con su capa, la cual quedó profundamente dormida.
Sobre lo alto de un cerro desde el cual sólo se divisaba un mar de nubes, había una cálida piel de oveja sobre la que descansaban Rufino y Carlota. A su lado, de pie, el joven mago los miraba con afecto, mientras las primeras luces del alba comenzaban a iluminar el lugar.
– Despierta – dijo el mago – abre los ojos
Rufino y Carlota abrieron los ojos y poniéndose de pie preguntaron al unísono
– ¿Que ha pasado? ¿Dónde estamos?
El sabio mago con voz tranquila y sonriendo les dijo:
– Están en el cerro de la sabiduría, y los he traído aquí para decirles algo.
– ¿ Qué quieres decirnos ? preguntó Rufino tambaleándose un poco, ligeramente mareado.
El mago dio dos pasos y con voz serena, mirada sabia y semblante tranquilizador comenzó a hablarles:
– Los dos tenían una vida de la que disfrutaban. Tú, Carlota, volabas y viajabas feliz recorriendo mundo, tú, Rufino, tenías una gran familia que adorabas y con los que te sentías querido. Se les brindó la oportunidad de conseguir aquello que anhelaban. Han vivido todo aquello que deseaban, tu Rufino, volar por el cielo visitando hermosos lugares, y tú, Carlota, tener la familia que siempre habías deseado.
-Pero ambos se han dado cuenta, que la verdadera felicidad la tienen ya en vuestra vida antes de cumplirse vuestro deseo. Se dieron cuenta que aun no teniendo aquello que anhelaban, vuestra vida los llenaba y los hacía felices y que cuando la perdieron se sintieron muy desdichados.
-Tener sueños no es malo, cumplir esos sueños puede ser maravilloso, pero lo que realmente los hace felices por siempre, es lo que ya tienen.
Carlota y Rufino lo miraban en silencio y ante las sabias palabras del mago no fueron capaces de responder.
El joven rodeó a Rufino y a Carlota con su capa y el silencio se hizo de nuevo, en el cerro de la sabiduría.
El pingüino Rufino despertó aquella mañana junto a sus padres y la gaviota Carlota abrió de nuevo sus ojos posada en una roca en la costa de una de las Islas Galápagos desperezando y batiendo sus alas que ya podían de nuevo volar.
Ambos estaban felices y sabían que, aunque tenían sueños y anhelos, lo que más deben apreciar y agradecer, es lo bueno que ya tienen en su vida.
Adaptación al cuento: La Gaviota y el Pingüino
Publicado en: cuentosinfantilesadormir.com