8 Minustos. La Historia del Elefante Bernardo es un divertido cuento que enseña sobre el respeto a los demás y que puedes escuchar o leer a continuación:
LA HISTORIA DEL ELEFANTE BERNARDO
Había una vez un elefante llamado Bernardo que nunca pensaba en los demás. Un día, mientras Bernardo jugaba con sus compañeros de la escuela, cogió a una piedra y la lanzó hacia sus compañeros.
La piedra golpeó al burro Cándido en su oreja y se la puso aún más grande de lo que era. Cuando las maestras vieron lo que había pasado, inmediatamente se pusieron a ayudar a Cándido y le pusieron un gran curita en su oreja para curarlo.
-Jajaja… quedó más orejón de lo normal… jajaja-
Al día siguiente, Bernardo jugaba en el campo cuando, de pronto, le dio mucha sed. Caminó hacia el río para beber agua. Al llegar al río vio a unos ciervos que jugaban a la orilla.
Sin pensar dos veces, Bernardo tomó mucha agua con su trompa y se las arrojó a los ciervos.
Gilberto, el ciervo más chiquitito perdió el equilibrio y acabó cayéndose al río, sin saber nadar.
Afortunadamente, Felipe, un ciervo más grande y que era un buen nadador, se lanzó al río de inmediato y ayudó a salir del río a Gilberto. Felizmente, a Gilberto no le pasó nada, pero tenía muchísimo frío y acabó por coger un resfriado. Mientras todo eso ocurría, lo único que hizo el elefante Bernardo fue reírse de ellos.
-Jajaja…ciervos tontos-.
Una mañana de sábado, mientras Bernardo daba un paseo por el campo y se comía un poco de pasto, pasó muy cerca de una planta que tenía muchas espinas. Sin percibir el peligro, Bernardo acabó con su espalda y patas llenas de espinas. Intentó quitárselas, pero sus patas no alcanzaban arrancarlas y le provocaban mucho dolor.
Se sentó bajo un árbol y lloró desconsoladamente, mientras el dolor seguía. Cansado de esperar a que el dolor se le pasara, Bernardo decidió caminar para pedir ayuda. Mientras caminaba, se encontró a los ciervos a los que les había echado agua. Al verlos, les gritó:
-Ay, ay, ay, por favor, ayúdenme a quitarme esas espinas que me duelen mucho. Ay, ay, ay-.
Y reconociendo a Bernardo, uno de los ciervos le dijo:
– No te vamos a ayudar porque lanzaste a Gilberto al río y casi se ahoga. Aparte de eso, está enfermo de gripe por el frío que cogió. Tienes que aprender a no herirte ni burlarte de los demás!-.
El pobre Bernardo, entristecido, bajó la cabeza y siguió en el camino en busca de ayuda. Mientras caminaba se encontró a algunos de sus compañeros de la escuela. Les pidió ayuda pero ellos tampoco quisieron ayudarle porque estaban enojados, pues recordaban lo que le había hecho al burro Cándido.
Y una vez más Bernardo bajó la cabeza y siguió el camino para buscar ayuda. Las espinas les provocaban mucho dolor. Mientras todo eso sucedía, había un gran mono que trepaba por los árboles.
Venía saltando de un árbol a otro, persiguiendo a Bernardo y viendo todo lo que ocurría. De pronto, el gran y sabio mono que se llamaba Justino, dio un gran salto y se paró enfrente a Bernardo.
– Ya ves gran elefante, siempre has lastimado a los demás y, como si eso fuera poco, te burlabas de ellos. Por eso, ahora nadie te quiere ayudar. Pero yo, que todo lo he visto, estoy dispuesto a ayudarte si aprendes y cumples dos grandes reglas de la vida-.
Y le contestó Bernardo, llorando:
– Sí, lo que sea!, haré todo lo que me digas sabio mono, pero por favor, ayúdame a quitar las espinas-.
– Bien, las reglas son estas: la primera es que no lastimarás a los demás, y la segunda es que ayudarás a los demás y así los demás te ayudarán cuando lo necesites-.
Dichas las reglas, el mono se puso a quitar las espinas y a curar las heridas de Bernardo. Y a partir de este día, el elefante Bernardo cumplió a cabalidad las reglas que había aprendido.
Autor: Javier Moreno
Diseño gráfico por Jaime Rincón con imágenes de Pixabay.com
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