Las prioridades ante la emergencia por el coronavirus


En tanto la población del mundo se siente amenazada y los gobiernos implantan medidas de contención para disminuir el impacto que a escala económica y social significa la presencia de la pandemia, los ciudadanos, preocupados, adoptan cualquier estrategia, muchas veces haciendo caso de noticias sin filtro, con lo cual se agrava el estado de la dinámica mental y de la actividad cotidiana, que abandonamos y reemplazamos por una postura que todavía no se ha logrado estabilizar.

La agitación propia de la competitividad que hasta hace poco era una constante sin tregua, quedó en un estado de aparente suspenso. Los negocios tuvieron que replantear sus tácticas, los movimientos humanos, instigados o promovidos por causas unas veces ideológicas y otras inherentes a la realidad de contextos geográficos y de condiciones económicas, atenuaron su desenfreno. La familia, que era objeto de atención desde enfoques que parecían desvirtuarla, revivió su patrón fundamental y empezó intuitivamente a retornar sobre sus pilares de afiliación.

En todas partes reina la angustia propia de los estados de colapso y, las vidas humanas, en medio del caos, reclaman el aliento vital que las anima, como si el aire fuera escaso en la superficie del planeta. La preocupación por el futuro y por la supervivencia ya no da plazos ni discrimina y la ansiedad está presente con diferentes grados de intensidad.

Es justo en medio de este panorama cuando la tranquilidad mental es tan importante como la preservación de la existencia, porque se necesita en los momentos de crisis. No obstante, es natural que sintamos miedo e incertidumbre y que nos agobie el aislamiento, por cuanto estamos acostumbrados a hacer lo que nos gusta, a ir a donde queremos y a reunirnos con quienes nos sentimos identificados.

No habíamos tenido que pasar por este tipo de pausas generalizadas y siempre encontrábamos argumentos para convencernos de que la vida continuaba. Sin embargo, creemos que ella se nos puede ir cuando la asfixia se advierte cerca y, ese sentimiento de riesgo nos invade. Quizá es lo que experimentan los enfermos de COVID 19, pero nosotros tenemos la posibilidad de evitarlo, si acogemos prudentes pautas de prevención y modificamos nuestra actitud, entendiendo que todos somos responsables por todos, que los demás nos importan como nuestra propia supervivencia.

Al acatar el aislamiento hacemos objetiva la certeza de que somos dueños de la situación. Eso significa que sólo cambiamos la forma de interactuar: Invertimos el mismo tiempo en relacionarnos a través de los medios virtuales, realizamos teleconferencias y reuniones en línea, estudiamos o trabajamos a distancia, al menos quienes nos hallamos más expuestos a los riesgos de la pandemia.

Este cambio que nos ofrece la experiencia, nos invita a asimilar la necesidad de emprender un aprendizaje urgente para mantener la calma, para preservar nuestra salud mental y recobrar el optimismo, para salvaguardar la integridad psicológica y física que nos permita hacer frente a las circunstancias. Es la oportunidad de intervenir nuestra conciencia colectiva, familiar y social, en el entendimiento de que las lecciones del universo son fuente de sabiduría y no las adoptamos en estados de agitación. Quizá la práctica de una disciplina de meditación sea la opción que nos conduzca a la síntesis, a hallar la estabilidad que pueblos, civilizaciones y culturas cósmicas nos han legado.

Redacción: Jorge Hernández para vivir con sabiduría.uno

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