La gigantesca geoeconomía impulsada por el régimen chino, ha quedado en parte frustrada por el estallido del coronavirus. Países latinos como Colombia, Paraguay, Brasil y México, todavía no han firmado la iniciativa, llamada Nueva Ruta de la Seda.
Además de las circunstancias particulares, y las diferentes explicaciones por las que estas naciones no adhirieron, hay muy buenas razones para no sumarse a esta trampa china.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que los proyectos que propone Beijing esconden la denominada trampa de la deuda china: Beijing te da el préstamo, pero no es gratis. Las construcciones corren por cuenta de empresas chinas y solo se enfocan en los sectores que al ‘gigante asiático’ le interesa.
China hace los préstamos, pero las condiciones son verdaderamente muy desiguales, como lo decía el presidente de Tanzania en un discurso, “ni un borracho firmaría esto”, refiriéndose a una propuesta de préstamo por 100 millones de dólares ofrecido por China.
Pero lo cierto es que el régimen se mueve bajo un nuevo colonialismo. Como bien describe el analista internacional Marcelo Gullo, Beijing no solo impone un comercio desbalanceado bajo la dialéctica metrópolis-colonia, sino que las inversiones que promete -además de ser ejecutadas por empresas chinas- cuentan con mano de obra china, que inclusive está integrada por prisioneros de sus cárceles.
Además, ellos aprovechan los países como campos de acción en espionaje, robo de tecnología, dominación y otros objetivos neocoloniales.