7 minutos. La celebración de la navidad es una tradición de veinte siglos en occidente. No permitamos que nos la arrebaten.
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La celebración de la navidad es una de las festividades más antiguas y tradicionales de occidente. Durante casi dos mil años ha servido para unir a las familias alrededor del nacimiento de Jesús, en todo el mundo cristiano. Pero ahora cada vez corren vientos más fuertes que pretenden terminar con esta tradición.
Aunque no se puede determinar con exactitud la fecha del nacimiento de Jesús -ya que la Biblia no es clara al respecto- desde el año 336, bajo el papado de Julio I, se celebra el 25 de diciembre. Esta fecha corresponde a las antiguas fiestas saturnales del imperio romano, en las cuales se conmemoraban los cultos agrarios del solsticio de invierno, que terminaban en esa fecha.
Ese día, se llevaba a cabo la festividad del Sol Invictus y se intercambiaban pequeños obsequios como símbolo de prosperidad, ya que se creía que el dar y recibir propiciaba la abundancia y otros dones que se recibirían en la otra vida.
Durante el proceso de cristianización de los romanos, los primeros pontífices entendieron que era más fácil asimilar las fiestas cristianas con las tradiciones paganas, que erradicar éstas abruptamente de las costumbres del pueblo.
Por esta razón, la imagen de Jesús reemplazó al dios sol, como símbolo de la victoria de la luz sobre las tinieblas. Pero sí se mantuvo el intercambio de regalos, los cuales eran simplemente presentes elaborados para obsequiar a los familiares y personas más allegadas.
A partir de entonces, a medida que el cristianismo se extendía por toda Europa, se fueron integrando nuevos elementos a la navidad, la cual rápidamente se convirtió en la mayor celebración anual del mundo cristiano.
En cada país surgían nuevos símbolos, como la corona de adviento, el árbol de navidad, el pesebre o Santa Claus. Con el descubrimiento de América la navidad adquirió un mayor impulso. De México llegó el pavo navideño y EEUU dio fuerza a la imagen definitiva de Santa Claus o Papá Noel.
Así arribamos al siglo XX con grandes celebraciones, cuyo regocijo se iniciaba desde principios de diciembre, con villancicos y canciones navideñas.
Desde entonces, la noche del 24 de diciembre reúne a las familias cuyos miembros acuden de todos los rincones. Los niños esperan, con el corazón en la boca, la entrega de regalos. Cada país lo hace a su modo, pero la finalidad es la misma: congregar la familia en la Nochebuena, ante la imagen del Niño Dios, celebrar su nacimiento y disfrutar de un día ajeno a los problemas cotidianos.
Es así como la navidad se convirtió no solo en la celebración del nacimiento de Jesús el Salvador, sino en el renacimiento propio.
En sus comienzos, la navidad tan cercana al año nuevo, congregaba a todo el mundo cristiano alrededor de la misa de gallo a media noche, de las alabanzas al Niño nacido en un pesebre y de una cena frugal. Cada quien sentía que podía enfrentar el siguiente año con optimismo, pues ese día se vivía la presencia de Dios en los hogares.
No obstante, en la segunda mitad del siglo XX, las cosas comenzaron a cambiar.
Primero, el mercantilismo se apoderó de la idea del intercambio de regalos, dando a la navidad una imagen más pagana que religiosa. Pero lo más grave es el auge creciente del ateísmo sembrado por la ideología izquierdista, el cual inició una lenta pérdida del llamado “espíritu navideño”.
Actualmente las ideas progresistas propenden por la desintegración de la familia tradicional, el individualismo y la visión de las ideas religiosas como supersticiones. Se ha logrado erradicar la educación religiosa de las escuelas en nombre del discurso inclusivo. Aunque se sigue celebrando la navidad, esta se ha convertido más en motivo de disfrute, descanso y días de playa, que en una celebración religiosa. Mientras las discotecas se llenan, las iglesias permanecen vacías.
A finales de 2021, la Comisión Europea (CE) elaboró un documento, con el cual pretendía excluir el cristianismo de la Navidad. Recomendaba que debía hablarse de “Felices fiestas” en vez de “Felices navidades”. Afortunadamente en Italia se dio a conocer esto anticipadamente y se pudo retirar el documento gracias a las protestas generalizadas.
Pero esto lanza una voz de alarma, pues conociendo los manejos progresistas, es claro que se trata apenas de un primer paso. Como en el caso de aborto o la inclusión de la cultura LGBT en las escuelas, ellos saben que lo importante es comenzar. Con campañas constantes, se va creando credibilidad, hasta que aquello que proponen es aceptado por muchos y la mayoría restante se resigna.
Entonces, tenemos a la vista el inicio de una censura contra la celebración cristiana de la navidad, invocando el respeto por los otros credos, a los cuales, en su momento, también les llegará la censura.
Esto nos alerta sobre la importancia de inculcar en nuestros hogares el verdadero espíritu de la navidad. Hacer que los niños conozcan en su casa lo que no les van a contar en los colegios: que la navidad es una festividad de regocijo por la venida de Dios al mundo, hace ya más de dos mil años. Enseñar que todos esos adornos, símbolos, regalos y festejos tienen un significado muy profundo, con unas raíces que se hunden en la historia de la tradición cristiana.
También es necesario aclarar que las ideas progresistas hunden sus raíces en el comunismo ateo, cuyos principios son contrarios a la espiritualidad. Mientras la Fe nos habla de esperanza, de amor, de un futuro promisorio, el comunismo habla desde el odio y la lucha del hombre contra el hombre. Para ellos, Dios no existe. Y si aceptan la idea de un Dios, es uno que encarna la envidia y el deseo de destruir los cimientos de nuestra cultura.
Entonces, defendamos la Navidad, pues es símbolo de unión familiar, algo urgente en estos momentos de caos social.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Imágen de portada: Envato
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