Desde el comienzo de la pandemia producida por el coronavirus de Wuhan, todos los gobiernos se encontraron ante una situación completamente nueva, la cual los obligaba a tomar múltiples decisiones, de las cuales dependían la vida de sus conciudadanos, y el futuro económico y social de sus países.
Ante esto, por un lado, estaban los confinamientos obligatorios para evitar la rápida propagación del virus, con el cierre de las industrias, comercios y demás actividades que no fueran esenciales. Por otro, el llamado confinamiento inteligente, que era continuar con las actividades normales, pero en medio de restricciones voluntarias, sobre las cuales el gobierno se limitaba a dar orientación.
Naturalmente, es claro que ninguna de estas soluciones era perfecta, y cada gobierno debía decidir el alcance de las medidas, haciendo ajustes sobre la marcha. Todos miraban a la OMS como a un faro en medio de la tormenta, pero la OMS, sumergida en intereses políticos con el régimen chino, nunca ha podido llevar un liderazgo realmente creíble.
Un ejemplo es el caso de los países nórdicos, donde se aplicaron dos modelos muy diferentes, con Suecia liderando el sistema del confinamiento inteligente y Dinamarca, Finlandia y Noruega con un sistema intermedio, de medidas estrictas de distanciamiento social e higiene, pero sin el cierre de la mayoría de los negocios.
Conociendo esto, muchos ojos se posaron sobre estos dos modelos, de países con características similares, permitiendo tener puntos de comparación muy claros. Desde un comienzo se elogió el caso sueco, e incluso la OMS lo recomendó como modelo a seguir.
Sin embargo, al día de hoy, vemos que Suecia registra más de 4.600 muertes, o sea 4,46 muertes por millón, un promedio mucho más alto, que sus vecinos nórdicos, incluso superior a Italia y España, países seriamente afectados.
Por otro lado, ahora que el virus parece ceder en Europa y se inicia la desescalada, Dinamarca y Noruega, a la vez que comienzan a reactivar la circulación en sus territorios, se resisten a abrirse completamente a Suecia por temor de posibles rebrotes.
Ahora bien, lo irónico es la reacción que se ha alentado en estos países, una vez que analizan los resultados de las acciones tomadas.
Por un lado, en Suecia, el epidemiólogo Anders Tegnell, director de las políticas para enfrentar la pandemia en ese país, ahora cree que las decisiones tomadas no fueron las mejores. En declaraciones a la radio pública sueca, dijo que “Si volviéramos a encontrarnos con la misma enfermedad, sabiendo exactamente lo que sabemos hoy, creo que nos conformaríamos con hacer algo entre lo que hizo Suecia y lo que ha hecho el resto del mundo”, y contestó afirmativamente cuando se le preguntó si creía que muchas personas habían muerto demasiado pronto.
Por su parte, en Noruega, con 238 muertes, una de las tasas más bajas en Europa, el jefe del Departamento de Economía de la Universidad de Oslo, afirma que “La decisión de cerrar escuelas y jardines de infantes, limitar las reuniones a sólo cinco personas, cerrar peluquerías y otros tratamientos individuales, e imponer el trabajo a domicilio, ha sido costosa”. La primera ministra noruega, Erna Solberg, por su parte, afirma que, “Probablemente tomé muchas de las decisiones por miedo”.
Todo lo anterior reafirma lo dicho al comienzo, de que no hay solución perfecta, pues se trata de elegir entre más muertes con una economía relativamente sana, o menos víctimas del virus, pero una con economía muy impactada.
Así pues, parece que aún es demasiado pronto para sacar balances de cuál será la mejor decisión para la próxima vez, aunque ésta parece ser una de esas ocasiones en que la experiencia no enseña mucho, pues en medio de una tormenta donde toda la estructura social es impactada tan fuertemente, no hay un solo elemento que no afecte el comportamiento de las personas.
Finalmente podemos ver que la humanidad hoy día, debido al materialismo que se ha impuesto sobre las creencias, se ha vuelto ciega para entender que la vida y la muerte dependen de un ser superior. Incluso, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, muy cuestionado por sus decisiones, expresó recientemente en una entrevista: “¿Algunos van a morir? Van a morir, lo siento. Así es la vida. No se puede detener una fábrica de automóviles porque hay muertes en accidentes de tráfico”.
Esta declaración parece completamente inhumana, pero encierra una verdad que no podemos negar: no importa lo que hagamos para cambiar el destino, éste es inexorable, y nunca podremos entender completamente cómo son los mecanismos del universo.
Redacción: Carlos Morales para Vivir con Sabiduría.uno con información de BBC, Infobae y euronews.com