6 minutos de lectura. Aunque después de la II Guerra Mundial, EEUU se convirtió en la potencia dominante a nivel mundial, hoy enfrenta retos a esa supremacía. Veamos este panorama.
Desde hace años China viene aumentando su influencia en muchas áreas y países en todo el planeta. Pero esto no es algo casual, y más bien obedece a una estrategia planeada a largo plazo.
Podemos decir que, desde que las grandes potencias tuvieron la capacidad de producir la bomba atómica, las tensiones entre ellas han sido permanentes, pero no han llegado a una confrontación directa.
Naturalmente, la posibilidad de un conflicto nuclear es un disuasivo muy fuerte para esto, pero a la vez ha creado una competencia por la supremacía mundial. Con el tiempo, tres potencias, EEUU, Rusia y China se han mostrado como los mayores competidores en esta carrera.
Pero en este escenario juega un cuarto actor, que no puede ser ignorado. La OTAN, cuyo conglomerado de países europeos se hace fuerte con la ayuda común y el apoyo de EEUU.
Con todo esto, se han ido conformando dos bloques alrededor de estos poderosos actores, los cuales se esfuerzan por atraer a otros miembros de diferentes capacidades, a modo de satélites estratégicos.
Pero las relaciones entre socios tampoco han sido fáciles. Como sabemos, China y Rusia se han convertido en aliados frente a los países occidentales. Sin embargo, desde Rusia siempre se ha visto a China como una potencia expansionista. Las disputas entre ellos por la zona fronteriza de Siberia han escalado en conflictos más de una vez.
Por tal motivo, aunque han conformado una alianza frente a los conflictos que cada uno tiene con los países occidentales, no se puede negar que se trata, ante todo, de una alianza de conveniencia.
De todos modos, el conflicto de las potencias occidentales con China y Rusia no es para nada nuevo. Durante la época de la guerra fría, la Unión Soviética y EEUU estuvieron muy cerca de una verdadera confrontación nuclear.
En ese entonces la China comunista apenas estaba pasando por la tragedia del Gran Salto Adelante que produjo miseria y millones de muertes. Poco después la Revolución Cultural que sumó muchos más ciudadanos chinos a ese holocausto.
Pero ya desde la época de Richard Nixon, el gobierno norteamericano sabía que una alianza chino-soviética podría constituir una verdadera amenaza para los EEUU. Por tal motivo, buscaron acercarse a China, para evitar que se estableciera ese posible lazo.
Con el tiempo, y especialmente a la caída de la Unión Soviética, comenzó a entenderse que, en un futuro no tan lejano, la verdadera amenaza provendría de China.
No obstante, al convertirse China en un poderoso aliado comercial, todos los países decidieron mirar para otro lado. Con esto, permitieron su rápida expansión e influencia en muchos países.
Mientras tanto, los conflictos del Oriente Medio absorbían toda la atención de las potencias occidentales. Allí crecieron enemigos difíciles de contener como Irán o Isis. Rusia, al estar cerca de esa región, y ante la constante expansión de la OTAN, también comenzó a convertirse en un peligro para la seguridad europea.
De este modo, se fueron conformando los bloques que hoy día desafían la seguridad mundial. Así como China y Rusia comenzaron a acercarse paulatinamente, Irán, Corea del Norte e incluso Venezuela se alinearon a ese bloque.
China y Rusia han ganado terreno en África y América Latina, desafiando a EEUU en su patio trasero. Pero este último también ha incrementado su influencia en Asia Pacífico, estrechando alianzas con Australia, Japón e India.
De modo que, al final de todo este panorama, nos encontramos en la situación actual de la guerra desatada por Rusia en Ucrania. En este conflicto China se ha mantenido un poco alejada, sin negar el apoyo al socio ruso.
Pero quiéranlo o no, ya las potencias de occidente han tenido que reconocer lo que hace años muchos sabían. Que el verdadero peligro no viene de Rusia sino de China.
Debido a esto, el gobierno de Biden, quien por motivos de partido deshizo la política de Trump de conciliar con Rusia y confrontar a China, últimamente se ha visto obligado a desafiar al régimen comunista chino frente a la situación de Taiwán.
Ante esto, Xi Jinping ha respondido agresivamente, para que se entienda que no está dispuesto a mostrar debilidad. Pero lo cierto es que el líder chino es lo suficiente pragmático para entender que la supremacía no la logrará por medio de una guerra.
A cambio de eso, pacientemente ha tejido durante años una trama de aliados y subalternos entre los muchos países pobres que dependen de su generosa chequera. Incluso, mediante la llamada Ruta de la Seda, ha logrado incursionar en países de Europa del Este. Ellos saben que los préstamos les serán cobrados en cualquier momento.
En conclusión, si bien es cierto que China aún no es la mayor potencia militar ni económica, está trabajando duramente en ello, mientras sus rivales occidentales tratan de frenar las oleadas de inmigrantes generados por conflictos regionales.
Todo esto les produce una incapacidad para enfrentar el crecimiento sostenido de China, ocupados como están en solucionar la gran cantidad de problemas causados por terroristas o pequeños dictadores.
Si a todo esto le sumamos el grave problema derivado de la ola progresista que está minando la cohesión social de los países occidentales, puede decirse que se le está abriendo el camino a un régimen que se ha trazado unas metas muy claras desde hace décadas.
Nos preguntamos, entonces, ¿es inevitable el ascenso del comunismo chino hacia la primacía global? Naturalmente que no. Existen todavía líderes en occidente que tienen la visión para enfrentar este reto.
Pero depende de los pueblos que eligen a sus presidentes, que tengan la sensatez de rechazar a quienes promueven ideas populistas inmediatas, mientras torpemente permiten que el verdadero enemigo gane terreno, incluso entre sus propios ciudadanos.
Artículo escrito por Carlos Morales G.
Foto Envato
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