Tres Respuestas para Una Pregunta


7 minutos de lectura. Un joven discípulo aprende que las respuestas a cada pregunta dependen de la intención con que se formulan. Veamos por qué.


Un poco retirado de cierta aldea había un convento donde los monjes se dedicaban a la contemplación espiritual y a la observación de las leyes del cielo. Entre todos ellos destacaba uno a quien muchos tenían por iluminado.

Este venerable hombre solía dedicar la primera mañana de todas las semanas para resolver las dudas que traían los devotos de todos los puntos de la comarca. A nadie dejaba ir sin darle algún sabio consejo que aliviaba sus corazones y les permitía enfrentar de nuevo las vicisitudes de la vida diaria.

Cierto día uno de sus discípulos quiso ser testigo de estas breves entrevistas, sabiendo que allí podría adquirir valiosas enseñanzas para su camino en la búsqueda del crecimiento espiritual. Para ello solicitó autorización a su maestro, quien gustoso le pidió que se sentara a su lado y simplemente escuchara con atención.

El joven observó cómo entraban uno tras otro toda clase de personas, con diversas inquietudes que eran rápidamente resueltas por el sabio anciano, dejando siempre alguna enseñanza valiosa. Al poco rato llegó un hombre que preguntó directamente:

-Venerable, ¿podría decirme si verdaderamente Dios existe?

Sin preámbulo, el monje lo miró a los ojos y le dio su corta respuesta:

-Si, hijo mío. Dios existe.

Siguieron algunos otros devotos y más tarde llegó una mujer, quien saludó respetuosamente, y a continuación preguntó:

-Maestro, tengo una inquietud: ¿Existe Dios?

El monje la miró un instante y le contestó:

-No, no existe

Ella salió apresuradamente mientras el discípulo miraba de reojo, con curiosidad, el rostro inmutable de su maestro.

Pasado un tiempo, ingresó a la sala otro hombre, quien se dirigió al monje:

-Hermano, ¿podría decirme si Dios Existe?

El joven discípulo prestó más atención que a las otras preguntas, esperando qué respuesta saldría de los labios del santo hombre. Pero éste se limitó a mirar hacia donde se encontraba el visitante, como si él no estuviera allí. Después de unos instantes, éste entendió que no obtendría respuesta, inclinó levemente la cabeza y se marchó.

Entonces el joven, que hasta ahora había guardado respetuoso silencio, no pudo resistir más el desconcierto que le habían causado estas diferentes reacciones. Sin poderse contener, preguntó:

-Venerable maestro, no puedo entender lo que he escuchado. Ante tres preguntas idénticas has dado respuestas muy diferentes cada vez. ¿Por qué ha sido eso?

Como si hubiera esperado la pregunta, el monje sonrió levemente y le contestó:

-Primero que todo, quiero que entiendas que cada respuesta se dirige a quien pregunta. Por lo tanto, no es para ti ni para nadie más que la escuche. En segundo lugar, yo respondo, no según las apariencias sino según la realidad. Detrás de cada pregunta existe una razón de fondo que no se aprecia en las palabras sino en el corazón con que éstas son pronunciadas.

-Por tal motivo, en el primer caso observé que el hombre que hizo la pregunta posee un espíritu elevado y la divinidad habita en él. Pero está viviendo un momento de duda e incertidumbre. Por lo tanto, quise animarlo para que no pierda su camino.

-La mujer que vino después es una beata que se ha dejado llevar del fanatismo y vive aferrada a las formas más superficiales de la religión. Mientras tanto, ha dejado de lado sus deberes familiares y con la sociedad, por estar atenta solamente del templo. Por lo tanto, es bueno que encuentre a Dios entre los suyos, que la necesitan.

-Finalmente, el tercer visitante era tan solo un hombre que está de paso por estos lugares. Escuchó hablar del monasterio y le entró la curiosidad de conocerme. Como no tenía ningún otro motivo para venir, simplemente improvisó una pregunta cualquiera como disculpa para lograr acercarse. Él no merecía ni necesitaba ninguna respuesta.

Después de escuchar estas explicaciones, el joven discípulo también sonrió comprendiendo la razón de tan, en apariencia, extrañas respuestas. Así mismo comprendió que la lección que había aprendido esa mañana no provenía de las réplicas a las preguntas formuladas, sino de las sabias razones por las cuales su maestro respondía a cada una de ellas.


Cuento anónimo adaptado para VCSradio.net

imagen de portada: Carlos Morales Galvis

Música de fondo: Classical Piano – Envato

Narración: Javier Hernández

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