4 minutos de lectura. El proyecto, descabellado para algunos, originaría una nueva ‘criatura’ que hace recordar al monstruoso Frankenstein
En la carrera de locura que protagonizan las grandes multinacionales por ganar la delantera en el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA), un nuevo concepto se perfila como ‘arrasador’.
Se trata de la “inteligencia organoide”, o IO, que utiliza células cerebrales humanas vivas, con la expectativa de superar la eficiencia de cualquier sistema de Inteligencia Artificial.
Esta revolucionaria técnica de hibridación se apoya en grupos tridimensionales de tejido biológico, lo que llevaría a la creación de un “bioordenador” animado por células cerebrales humanas. Así, supera en muchos aspectos los chips de silicio usados en IA.
El proyecto, descabellado para algunos, originaría una nueva ‘criatura’ que hace recordar al monstruoso Frankenstein, un abominable ser de ficción creado con partes de cadáveres; solo que ahora este bizarro ser es parte de la realidad.
De acuerdo con el catedrático de Ciencias de la Salud Ambiental, Thomas Hartung, de la Universidad Johns Hopkins: “La esperanza es que algunas de las notables funcionalidades del cerebro humano puedan realizarse como IO, tales como su capacidad para tomar decisiones rápidas basadas en información incompleta y contradictoria (pensamiento intuitivo)”.
El grupo de investigadores cuenta como antecedente con la creación de una placa llena de células cerebrales vivas que rápidamente aprendió por sí sola a jugar al videojuego original Pong, el año pasado. Cada organoide integra cerca de 50.000 células, algo similar al sistema nervioso de una mosca de la fruta.
Por otro lado, estos científicos tratan de eludir las implicaciones éticas y morales que conlleva, la experimentación con seres humanos o con animales, ¿Estarán en lo correcto?
Hartung se expresa al respecto, diciendo: “Esto abre las puertas a la investigación sobre el funcionamiento del cerebro humano”, agregando: “Porque se puede empezar a manipular el sistema, haciendo cosas que éticamente no se pueden hacer con cerebros humanos”.
Esta forma de hardware informático biológico es mucho más eficiente energéticamente que los superordenadores actuales. En comparación, el último superordenador de Kentucky, ocupa una instalación de 600 millones de dólares y 6.800 metros cuadrados. Este superó la capacidad del cerebro humano, “pero utilizando un millón de veces más energía”.
Un hito que la IA no ha podido superar, es la toma de decisiones lógicas complejas como distinguir un perro de un gato. Al igual que las células nerviosas de nuestro cerebro, la IO identificaría señales químicas y eléctricas para realizar las tareas asignadas.
Por otro lado, Elon Musk expresó su preocupación por que la tecnología de la IA pudiera convertirse en algo más arriesgado que las armas nucleares en medio de la dramática carrera mundial por la IA, a pesar de que él mismo invierte en esos desarrollos tecnológicos.
De momento se nota una fuerte inclinación hacia todos los novedosos productos que brinda cada día el avance tecnológico, y para muchos esa tendencia llega a la fascinación.
No obstante, ya se han activado las alarmas sobre el riesgo que implica la máxima dedicación a la tecnología, que paulatinamente vaya cediendo más y más terreno a la cibernética y restando a su vez la injerencia que le corresponde al ser humano.
Los seres humanos tienen que ser conscientes de que la tecnología que desarrollan es para su propio bienestar, en armonía con el resto de los cohabitantes del planeta, con respeto en el medioambiente y pensando en las generaciones venideras. Por eso, nunca el desarrollo de la IA debe sobrepasar el poder de decisión de los humanos y actuar de manera totalmente autónoma.
Escrito por José Hermosa para VCS Radio.net.
Locución, Ignacio Lo Bello
Imagen de portada: Investigador observando a través de un microscopio. (Toma de pantalla: YouTube/ Wageningen University & Research).