
10 Minutos. Una linda melodía es un hermoso cuento que puedes escuchar o leer a continuación:
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UNA LINDA MELODÍA
Lala era una hermosa pajarita, con plumaje resplandeciente de diversos colores que parecían un maravilloso arcoíris en primavera. Su pico era particular, de color dorado brillante, y sus patitas color azul, jugaban en armonía con sus grandes ojos verdes. En su cabeza sobresalía un copete rosado que cada día parecía danzar con el viento.
Podemos imaginar que linda pájara era Lala. Pasaba sus días de rama en rama. Su vuelo era una danza suave en perfecta armonía con el viento, que llamaba la atención de todos los animales en el bosque.
Debo contarles que Lala tenía 3 semanas de nacida y no podía cantar; aún nadie la había escuchado y para sus amigos y familiares esto era motivo de preocupación.
Cierto día la abuela pájara decidió seguir en secreto a su nieta Lala, la cual se posaba en una rama cerca de un lago. Miró y escuchó asombrada como Lala hacía sonidos distintos con gran esfuerzo sin poder organizar su canto …bueno, a esos ruidos no se le podrían llamar canto, hacía tanto esfuerzo que su pecho se inflaba pareciendo reventar.
Su tierna abuela la abordó con sorpresa, dándole un susto tan tremendo que cayó patas arriba del árbol.
-¡Que susto me has dado abuelita! ¡Por favor dime que no me has escuchado!-
Responde su abuela. -¿te has lastimado mi Lala?, ¡siento haberte sorprendido! Y sí mi pajarita, si te he escuchado-.
Lala sintió tanta pena que encogió su colita.
-No te sientas mal-, dijo la abuela y la invita haciendo un gesto con sus alas a volar.
Se van juntas, y posándose en una rama la abuela le dice:
-Debo contarte una historia. Hace muuucho tiempo, una hermosa pajarita como tú, (le toca su pico) tampoco podía cantar, y todos sus amigos se burlaban de ella. Poco a poco comenzó a perder brillo en sus plumas sumiéndose en una tremenda tristeza, pues sus sonidos no eran tan armoniosos y más bien eran muy agudos, al punto que resonaban en todo el bosque, causando incomodidad entre los animales que lo habitaban. Esa mañana se fue sola al árbol más distante del bosque con las lágrimas y prometió jamás cantar-.
-Pasaron los meses y cierto día, como era su costumbre, se alejó al árbol más alto y distante del bosque. No tenía amigos, había aprendido a disfrutar de estar solita mirando tan hermoso panorama. Estando en medio de esa contemplación, empezó a darse cuenta de que el bosque comenzó a arder en llamas. Eran tan grandes que desde aquel árbol, las podía ver, así que empezó a revolotear asustada, pensando en todos los animales… pensando que debía avisarles, pero ¡como romper su promesa! Bastó un instante y reflexionó. Cantó tan duro y alto que a todos alarmó y pudieron darse cuenta de que el bosque se consumía por las llamas. Corrieron y volaron rápido con sus familias hasta ponerse a salvo. Con la ayuda del canto de aquella pajarita triste, en aquel bosque nadie murió-.
-En aquel momento de gran conmoción, una vez pasado el susto le dieron las gracias por su valiente acción. Le pidieron disculpas y la pajarita se las aceptó, así es como todos en el bosque llegaron a una conclusión… aquella era la más linda melodía que jamás podrían haber escuchado, aquella que salvó sus vidas-
Lala, miraba encantada a su abuela mientras escuchaba su relato y preguntó: -¿Dónde está esa pajarita?-
La abuela mirando al horizonte, como recordando, le contestó:
-Mi linda Lala… esa pájara soy yo-.
Se abrazaron con sus alitas por un momento y al soltarse, Lala tomó aire y empezó a trinar. Dejó salir algunos sonidos algo extraños, pero fue mejorando unos segundos después hasta poder emitir su canto.
-No es el canto más bello.- Dijo Lala apenada.
-Pero es tu canto.- Respondió la abuela y agregó: -Además no puedes pretender que la primera vez que cantas suene perfecto. Las cosas buenas se logran con práctica y perseverancia.-
Lala cerró los ojos y volvió a intentarlo. Se fue afinando cada vez más, mientras los animales en el bosque empezaron a acercarse y en un momento parecía que disfrutaban de un concierto. Lala terminó su trino, abrió los ojos y recibió un aplauso de su improvisado público. Sus plumas se erizaron de vergüenza y se metió entre las alas de su abuela. Asomó un poco la cabecita que dibujaba una sonrisa mientras continuaba la ovación.
Cuento de Adriana Contreras
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