
Fuente: Wikimedia commons
6 minutos de lectura. Nicaragua continúa reprimiendo la cultura y la libertad de expresión al cerrar la academia de la lengua junto con 83 organizaciones no gubernamentales.
A finales de mayo de este año, se conoció la noticia del cierre de la Academia Nicaragüense de la Lengua, por parte del régimen de Daniel Ortega en ese país.
Esta nefasta decisión ha provocado las protestas de diferentes academias e intelectuales de la región.
El 30 de mayo, la Real Academia Española (RAE) emitió un comunicado pidiendo respaldar a “una institución fundamental para el cuidado de la lengua que han llevado a su más alto grado de excelencia escritores del país como los maestros Rubén Darío, Alfonso Cortés, Ernesto Mejía, José Coronel Urtecho, Lisandro Chávez, Ernesto Cardenal o Pablo Antonio Cuadra, entre otros”.
Así mismo, La Asociación Colegial de Escritores de España (ACEscritores) manifestó su “más absoluto rechazo” a esta “insólita e intolerable” decisión.
La noticia que ha conmovido al mundo académico del habla hispana tiene connotaciones muy profundas para que se dejen pasar por alto.
Este es un ataque a la libertad de expresión llevado a cabo por el gobierno totalitario de Ortega. Pero ahora involucra el intento por suprimir la cultura y ponerla bajo la directriz del estado.
Y, no se trata solamente del silenciar a una institución u ONG. De hecho, El Colectivo de Derechos Humanos “Nicaragua Nunca Más”, ha denunciado que desde 2018, el Ministerio de Gobernación y la Asamblea Nacional, controlados por Ortega, han cancelado la personería jurídica a 344 organizaciones no gubernamentales; 83 se cancelaron simultáneamente con la Academia de la Lengua.
Sin embargo, este no es un hecho aislado en el mundo. Es común ver cómo los regímenes comunistas siempre terminan imponiendo su control sobre toda forma de pensamiento de los pueblos. Dichos gobiernos ven como una amenaza la libertad de expresión, y reprimen lo que no esté alineado con sus ideas.
Sin ir más allá, recordemos las intensas purgas que se llevaron a cabo en la Unión Soviética, cuando miles de intelectuales y disidentes fueron internados en los llamados Gulags.
Y el ejemplo más indignante de la historia: la Gran Revolución Cultural llevada a cabo por el Partido Comunista Chino, PCCh. Fue la mayor destrucción a una cultura de cinco mil años, algo sin precedentes.
Pero, más reciente y cerca de nosotros tenemos a Cuba y Venezuela donde los medios de comunicación son controlados estrictamente por los gobiernos. Todos aquellos que mantenían algo de independencia, fueron asfixiados hasta desaparecer.
Esta es una estrategia poderosa para inculcar en el pueblo la cultura comunista, para abolir toda idea individual, para imponer el pensamiento único, y suprimir cualquier iniciativa que pueda contradecir lo establecido por el régimen.
A la par que se elimina la cultura, se inicia una paciente labor de adoctrinamiento desde los primeros años de escuela, inculcado el culto al líder y la absoluta creencia de que solamente el estado puede tomar las decisiones para el bienestar individual. Y esto se les da fácil, pues al eliminar la cultura, desaparece la identidad y la capacidad de disentir.
De manera que, como tantos otros problemas que padece en la actualidad América Latina, el ataque a la cultura es otro en el que debemos fijarnos. Porque, aunque el caso nicaragüense es extremo, en países como Colombia la destrucción de la cultura ya viene sucediendo hace años con el auge de las ideas de izquierda impuestas en escuelas y universidades.
Entre las nuevas generaciones ha venido creciendo la creencia de que todo aquello del pasado que forjó nuestra historia y nos dio nuestra identidad, es caduco y equivocado. Les han enseñado que se necesita un cambio, pero, ¿a dónde conducirá tal cambio?
Debemos ser conscientes de que la cultura de un pueblo es fundamental para su desarrollo y para su prevalencia. Sin identidad, un pueblo quedará sometido a la esclavitud del pensamiento único. Y eso, finalmente, es lo que los regímenes totalitarios desean.
Escrito por Carlos A. Morales Galvis
Foto: wikimedia commons
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