8 minutos. La educación progresista, con su enfoque relativista debilita la moral, la cultura y el conocimiento académico, produciendo alumnos con problemas de madurez, dependencia y baja preparación. Los padres deben tomar la iniciativa, inculcando en sus hijos una educación en valores.
Tal como se ha mencionado anteriormente, a partir de las ideas del filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau, en el siglo XVIII, se desarrolló el modelo educativo que se impondría en el siglo XX. Fue John Dewey, en EEUU, quien impulsó estas ideas, para conformar el esquema educativo basado en las ideas de Rousseau y Carlos Marx.
De tal modo, la idea de una “educación negativa”, promovía la liberación de los alumnos del aparente control de padres y maestros, así como de la guía de los libros tradicionales. Con esto, los niños quedaron abocados a su suerte, al eliminarse de los currículos las guías de religión, moral y de la cultura tradicional.
Sin embargo, el resultado final derivado del relativismo moral y de no fomentar las conductas bondadosas, es el desarrollo de los aspectos negativos. De este modo, se conduce al alumno hacia la creencia de que nada es totalmente malo.
Una independencia para la que no están preparados
Con el principio de que los niños y jóvenes deben crecer aislados de los valores de padres y maestros, supuestamente se permitiría ampliar sus mentes y aprender a tener un juicio objetivo de las cosas. De este modo, podrían tomar las decisiones más acertadas para su crecimiento.
Sin embargo, este argumento no tiene en cuenta que el ser humano, en forma inherente, tiene la tendencia tanto hacia lo bueno como hacia lo malo. Entonces, si a un niño que aún no ha desarrollado el criterio sobre lo que es éticamente bueno y lo que no lo es, se le deja solo en ese aprendizaje, es natural que las malas influencias prevalezcan.
La anécdota del poeta Samuel Taylor Coleridge, de una conversación con el radical John Thelwall, explica claramente este principio.
Thelwall decía que un niño no debe ser influenciado antes de tener edad para tomar sus decisiones. Ante esto, Coleridge le mostró su jardín que estaba todo cubierto de maleza. Entonces le dijo que, aunque el jardín aún no tenía edad para tener criterio, él pensaba que no se debía influir el suelo con abonos ni podas, y que era mejor que creciera libremente hasta que produjera flores y frutos.
Este ejemplo ilustra que incluso un jardín necesita ser intervenido, si queremos obtener los frutos que lo convierten en un elemento valioso y productivo.
Podemos aplicar también la ley del vacío que afirma que la vida siempre tiende a llenar los espacios vacíos. Nunca deja nada incompleto. Entonces, si la tierra no se siembra ni abona, rápidamente se invade por la maleza. Así también, la mente del niño que no recibe mensajes positivos y rectos, y no es corregida tempranamente, pronto será ocupada por la maldad, la incertidumbre y el caos. Abunda la enfermedad mental.
Maestros débiles generan alumnos débiles
En el pasado, tanto en Europa como en China, el papel del maestro era fundamental en la sociedad. Pero con la introducción de la pedagogía progresista, esto se desmontó, y el maestro pasó a ocupar un puesto casi simbólico.
Por lo tanto, ahora los maestros no son los personajes ilustrados que debían transmitir los fundamentos de una sociedad rica en cultura y valores morales. A cambio de esto, deben limitarse a cumplir los dictados del Estado, como simples burócratas carentes de la sabiduría que tenían sus antecesores.
Así como esta pedagogía progresista ha degradado a los maestros, igualmente los alumnos son meros objetos, que crecen creyendo que de antemano saben lo que necesitan para enfrentar la vida, sin esperar una enseñanza verdaderamente profunda. Y los padres, al final, son solo espectadores de este proceso perverso.
La idea de que, aprender los hechos impide la verdadera comprensión, ha conducido a eliminar la memorización y la lectura en voz alta. Pero al suprimir los conocimientos básicos, se limita el desarrollo del trabajo intelectual. Es como construir un edificio sin las bases adecuadas.
Por otro lado, cuando la pedagogía progresista afirma que la enseñanza de conocimientos es adoctrinamiento, utiliza un argumento falso para limitar el alcance del aprendizaje del alumno. Esto lo lleva a divagar, buscando fuentes poco fiables y contradictorias que, lejos de enseñarle, lo confunden.
La consecuencia final será la cosecha de alumnos mal preparados que en el futuro se convertirán en profesionales mediocres. Pero, además, serán jóvenes que tardarán más tiempo en alcanzar la edad adulta, víctimas de un aprendizaje limitado y sujeto a una baja disciplina.
Consecuencias destructivas de la educación progresista
Todo este proceso, planificado cuidadosamente a través de décadas de ensayo y de estudios sociales, está produciendo una generación carente de toda clase de valores positivos, así como falta de preparación para encarar los desafíos de la sociedad en la que vivimos.
Un breve recuento de esta evolución negativa nos deja el siguiente sumario:
- Carencia de discernimiento entre lo bueno y lo malo. El resultado: una moral laxa, predispuesta a creer cualquier cosa sin importar las consecuencias.
- La pérdida de valores morales y éticos, ya no importan los medios que se utilicen para obtener lo que se desea.
- Prolongación de la adolescencia. Estudios muestran que se ha extendido incluso hasta los 35 años de edad. Por lo tanto, estos son adultos incapaces de tomar decisiones por sí mismos, contrario a lo que, en forma hipócrita, predica el progresismo.
- Dependencia del Estado, no solo para la toma de decisiones sino, incluso, para la propia supervivencia.
- Destrucción de la familia, por la pérdida de autoridad de los padres.
- Bajos estándares del conocimiento académico. Al bajar la exigencia para que la educación sea “inclusiva”, se perjudica a la mayoría de los alumnos.
- Perversión de conocimientos básicos como la biología, con la ideología LGBT y el aborto por sobre el derecho a la vida del hijo por nacer.
- Destrucción del tejido social, al incluir conocimientos sesgados sobre las relaciones sociales, incitando al odio entre razas y clases sociales.
- Aumento de las enfermedades mentales, infelicidad y desorientación en la actual generación.
Cómo podemos evitar el abismo
Mirando todo lo anterior, pareciera que nos encontramos ante una situación apocalíptica. Y pensándolo detenidamente, hacia allá nos está llevando toda esta ideología heredada del marxismo. Desde un comienzo el comunismo se centró en la destrucción de la sociedad como la conocemos.
Sin embargo, hay muchos movimientos en la actualidad, conscientes de esta situación. Por lo tanto, los padres y las familias deben entender que no están solos.
Pero, es necesario que, desde el centro de los hogares, germine la verdadera oposición a esta destrucción, que busca arrasar con la cultura, la moral y los valores que la humanidad adquirió a través de muchos siglos de conocimiento. Son los padres quienes deben preservar el futuro de sus hijos.
Aunque la ideología progresista ha alcanzado ya a varias generaciones, los resultados negativos pueden verse en todas partes. Ello debe dar claridad a los padres de que sus hijos son pequeñas semillas, y que dependiendo de cómo se les cultive, serán los frutos que se van a cosechar.
El diálogo, la creación de confianza, la búsqueda de maestros confiables y con valores, son imprescindibles para evitar la influencia maligna de esa nueva pedagogía.
Jamás, los padres deben perder de vista que la responsabilidad por sus hijos y, a través de ellos, su compromiso con la sociedad futura, está en sus manos. Una educación basada en valores es el mayor tesoro que se puede legar a los hijos.
Análisis de Carlos Morales sobre el tema de la educación del Capítulo 12 del libroCómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo, para VCSmedia.net
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