9 minutos de lectura. La construcción y preservación de la estatua del Buda de Leshan constituyen, en sí mismas, un milagro. Veamos cómo surgió de una roca en la antigua China
Un monje busca una solución
En la provincia china de Sichuan, se encuentra la montaña Lingyun la cual ostenta un acantilado, cerca de la ciudad de Leshan. Dicha montaña se ubica en la confluencia de tres ríos: el Min Jiang, el Dadu y el Qingyi. Desde tiempos remotos, estos ríos fueron importantes para la movilización de dicha provincia.
Pero en la zona de la confluencia las aguas se tornaban turbulentas, lo que provocaba con frecuencia el naufragio de los barcos que se veían obligados a navegar por ese sitio.
Muchos navegantes perdieron en las agitadas aguas no solo sus pertenencias, sino la vida misma. Conmovido por esto, un monje llamado Hai Tong, en el siglo VIII, durante la dinastía Tang, pensó que solamente el Buda podría calmar las aguas para resguardar las vidas de los marineros.
Él pensó que, si se erigía una estatua de Buda frente a la confluencia de los ríos, su mirada bondadosa y vigilante podría garantizar una navegación más segura en ese mortal paso.
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Fácil pensarlo, difícil hacerlo
Hai Tong decidió que la estatua debía representar al Buda Maitreya, que en el budismo tradicional es el quinto y último Buda. Este Buda debe llegar en un futuro remoto, para conducir a la iluminación a todos aquellos que puedan cultivarse.
Por lo tanto, el sagrado y poderoso Buda, mirando desde lo alto de la montaña hacia la convergencia de los ríos, debía proteger la navegación en la peligrosa corriente de agua.
Una vez tomada su decisión, el monje emprendió una extensa peregrinación, pidiendo limosnas para iniciar su ambiciosa obra. De este modo, en el año 713 pudo iniciar la construcción, la cual debió suspender poco después.
El gobernador de la provincia, llevado por la ambición y deseando quedarse con el dinero recolectado por Hai Tong, lo acusó de estafador y le exigió entregarle los fondos.
Ante esto, comprendiendo que su obra obedecía a un mandato divino, el monje contestó que primero se arrancaría los ojos, lo cual hizo con sus propias manos. Sorprendido por tanta determinación, el corrupto funcionario se apartó y permitió continuar la construcción.
El monje retomó la dirección de las obras en las que laboraban una gran cantidad de maestros especializados en el trabajo de piedra. Pero solo alcanzó a terminar la cabeza, antes de que la muerte lo alcanzara.
Varios años después sus discípulos lograron, gracias al funcionario local, obtener nuevamente la financiación para continuar la obra. De tal modo, siguieron trabajando, pero al llegar a las rodillas nuevamente dejaron de recibir apoyo financiero.
En esta ocasión, la pausa duró 70 años, y sería otro donante, llamado Jiedushi Wei Gao, quien permitió que se reiniciaran los trabajos. Finalmente, después de tantas dificultades, así como de persistencia, en el año 803 se pudo ver terminada la gigantesca estatua del Buda Maitreya.
El gran Buda de piedra
La gigante estatua de Leshan es reconocida como la más grande de Buda en el mundo. Tiene 71 metros de altura, lo cual es casi el doble que los 38 metros del Cristo Redentor de Río de Janeiro, y más que los 46 metros de la Estatua de la Libertad, sin el pedestal.
El Buda se encuentra en una posición sedente, con las manos sobre las rodillas. Los ojos entornados, observan tranquilamente el horizonte, en una aparente vigilancia de las aguas por donde ahora transitan las embarcaciones, libres del peligro reinante hace 1.300 años.
Su rostro sereno y venerable refleja la bondad del ser iluminado al cual representa.
El sorprendente buen estado de la estatua de debe en gran parte al complejo sistema de drenaje que el monje Hai Tong ordenó construir detrás de su cabeza. Una serie de canales ocultos en el Cabello y parte superior del cuerpo conducen las aguas lluvias y mantienen seca la parte interna.
Originalmente el Buda estaba protegido por un edificio de madera, cuyos pilares se insertaban en orificios practicados en la montaña, los cuales aún son visibles. Pero este edificio fue destruido hacia el siglo XIV por los mongoles.
Lo anterior la dejó expuesta a los elementos, por lo que ha perdido la pintura original, y muestra en la actualidad algunos signos de deterioro. Pero, como se dijo atrás, aun se observa toda la magnificencia que debió tener recién construida, incrementada por la dignidad que ofrece la mucha edad vivida.
“El Buda es una montaña y la montaña es un Buda”
A lo largo de los siglos, los habitantes de la provincia, observando que la montaña sobre la que se construyó la estatua se asemeja a un Buda reclinado, han dicho que “El Buda es una montaña y la montaña es un Buda”.
Esto realza el carácter del monumento, como si desde la creación de este remoto paraje, los dioses que condujeron a esos tres ríos hacia un solo punto hubieran previsto que allí debía, algún día, reposar el Buda Gigante que hoy observamos.
Tal vez, por eso mismo, al frente de la estatua, pasando el amplio lecho de las aguas, se levanta imponente el monte Emei, una de las cuatro montañas sagradas del budismo. Seguramente también se encuentra protegido por la mirada vigilante del enorme Buda.
Lo cierto es que la presencia del Buda de Leshan contribuyó a calmar las, en otra época, turbulentas aguas de la confluencia de los ríos. Gracias a él, a través de los siglos, son incontables los marineros que pueden deber la vida a su presencia inmutable.
Recordando todo lo anterior, quien tenga el privilegio de observarlo de cerca, debe pensar que este enorme monumento de Piedra ha atravesado por cientos de años de guerras y desastres naturales. A todos ha sobrevivido, y aun se yergue imponente frente a las aguas que convirtió en dóciles, siendo su presencia misma el mejor testimonio de su permanente Milagro.
Escrito por Carlos Morales para VCSradio.net
Narración: Javier Hernández
Música de fondo: Tíbet – Envato
Foto de portada: ELÍAS CABABIE DANIEL FOTO DEL GRAN BUDA DE LESHAN – Wikimedia Commons
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