Tiempo de lectura aproximado 3 minutos. Los comerciantes son los más afectados por las marchas y el vandalismo, especialmente los más pequeños en todo el país.
Si hay alguien que ha tenido que sufrir las peores consecuencias por las manifestaciones en Colombia, es el comerciante, especialmente el perteneciente a los pequeños negocios. Todos estaban en proceso de reactivarse cuando llegaron las marchas, asociadas con la tercera ola del coronavirus.
Y es que este sector de la población ha tenido que desarrollar un aguante y resistencia sobrenaturales para soportar con tenacidad las situaciones injustas que han tenido que sobrellevar con el paro. Según Fenalco, las pérdidas del sector comercial están cerca a los $880.0000 millones.
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Son las empresas medianas y pequeñas -las cuales generan el 80 por ciento del empleo formal- las que más han sufrido pérdidas con las marchas. Esto debido fundamentalmente a tres causas: el vandalismo que destruye y saquea, a los cierres de las vías que impiden sacar sus productos y recibir insumos, y a las medidas restrictivas por el covid.
Los dueños de estos comercios son personas del común, muchas veces jóvenes emprendedores, personas de clase media que se endeudaron para crear un negocio, trabajadores del campo que buscan sacar sus productos a las ciudades, empresas unipersonales, negocios familiares, etc.
También hay algunos comerciantes menos visibles pero que sufren un desangre diario por el trabajo a media marcha, o porque no pueden abrir sus negocios pues no se pueden desplazar en el trasporte urbano destruido, o porque un día abren sus locales y al otro día no, o porque deben cerrar temprano por miedo el vandalismo y a la falta de clientes por los toques de queda.
Es de anotar que la gran mayoría de estos empresarios están de acuerdo con las protestas pacíficas, participan en ellas y sueñan con un país mejor. Pero no pueden entender cómo la destrucción pueda ser la vía para mejorar las condiciones de los colombianos, y se decepcionan al ver estas acciones que no aportan ni representan una opinión válida.
El temor se ha apoderado de gran cantidad de ellos, hasta el punto de que, en medio de detonaciones y gritos de manifestantes y vándalos, esperan tras sus puertas armados con palos, para defender sus negocios si fuera necesario.
Incluso en las redes sociales se ven algunos comerciantes que piden a los manifestantes recapacitar y alertan sobre la destrucción de economía; suplican que los dejen trabajar. No los escuchamos gritando y exigiendo derechos, pero muchos de ellos sufren en silencio y buscan soluciones desesperadas.
Mientras tanto, los líderes del paro y los políticos populistas siguen convocando protestas, atizando el fuego de la rebelión, que ha llevado a que unos miles de inconformes atropellen los derechos de los millones que desde sus casas observan impotentes cómo se desvanece la posibilidad de recuperar lo que les han quitado las medidas anti covid.
Si bien es cierto que el país debe cambiar, no se puede lograr sobre el empobrecimiento, pero parece que la multiplicación de los pobres conviene a algunos políticos que se ofrecen como los salvadores de la miseria que ellos mismos están sembrando.
Hay que ser más coherentes para no afectar aún más la crisis económica y social. Hay que condenar al vandalismo que quita legitimidad a las marchas y aumenta la tragedia de la gente que no puede ejercer su derecho al trabajo.
Editorial VCSradio.net
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