Tiempo de lectura: 4 min. ¿Saben verdaderamente los jóvenes por qué están marchando? es un artículo de opinión que usted podrá leer a continuación…
Desde el pasado 28 de abril se está viviendo una alarmante situación en Colombia, dadas las enormes consecuencias que está teniendo, en el marco social y económico del país. Con la presentación de una reforma tributaria al congreso por parte del gobierno, se iniciaron las protestas, que fueron escalando a partir de la mencionada fecha.
A nadie le cabe duda, a estas alturas, que el gobierno Duque actuó con absoluta torpeza, presentando un proyecto en medio del tercer pico de la pandemia, con una sociedad cansada y al borde de la rebeldía.
Es cierto que el gobierno necesita desesperadamente recursos para atender la situación, provocada por el confinamiento de más de un año que ha tenido el país, pero la falta de consenso fue vista como una actitud arrogante por la mayoría de la población, y rápidamente captada por una oposición, convencida de que en medio del caos y la muerte puede obtener réditos hacia las elecciones de 2022.
Entonces, a la vista de estos hechos, cabe la pregunta: ¿qué tanto hay de espontáneo en las múltiples marchas y actos vandálicos, y qué tanto obedece a un plan muy bien elaborado? Naturalmente, sería injusto calificar a todos los manifestantes como radicales. Una gran mayoría sienten que la corrupción, la inoperancia del gobierno, el desequilibrio social, deben ser erradicados. Eso está bien y no se puede calificar como extremismo.
Pero también es cierto que desde hace años se ha venido implantando metódicamente una agenda progresista (así se llama ahora al comunismo, o socialismo, o cualquiera de esos términos que se van desechando para suavizar la intención, que es la misma), que ha penetrado desde las escuelas hasta la academia universitaria.
Por ejemplo, en estos días apareció en Twitter la reproducción del mensaje del profesor de una prestigiosa universidad privada, ofreciendo las mejores notas a los alumnos que le trajeran videos de su participación en las marchas. ¿Podemos pensar que a tal profesor le interesa lo más mínimo la preparación académica de sus estudiantes, cuyos padres pagan costosas matrículas para verlos como profesionales? ¿Y los directivos de la universidad? Parece que tampoco les importa mucho, mientras paguen a tiempo su matrícula.
Pero en el inconsciente popular estas cosas no se perciben. En medio de la euforia de participar en la construcción (así sea permitiendo la destrucción) de un nuevo país, a nadie le importa su propio futuro ni el que heredarán sus hijos. Constantemente se pregona que miremos el ejemplo de países vecinos, que han caído en manos de gobiernos intolerantes de izquierda y hoy día están en la ruina moral y física.
Porque quienes salen con alegría a las calles con una bandera y observan cómo unos vándalos desenfrenados destruyen lo que es de todos, no debían ser insensibles ante esto. Claro, la policía comete excesos, eso no se puede ocultar ni tiene justificación. Pero ante el caos incendiario desatado, tampoco se le puede pedir que mire con indiferencia o que se quede en sus cuarteles.
Pensemos un poco: si, como exigen los líderes del paro, se elimina el ESMAD, es seguro que los que salen coordinadamente a saquear y quemar, ¿ya no lo harán? Cuando golpeen con palos y piedras a nuestras casas, ¿entonces culparemos al gobierno por no protegernos?
No hay duda. La protesta es legítima y es un derecho, que en un país como el nuestro se puede y se debe ejercer. Pero eso no legitima a las hordas incendiarias que actúan a las órdenes de fuerzas que podemos decir “oscuras”, pero que definitivamente tienen muy claro por qué lo hacen. Seguramente cuando, gracias a todo esto, lleguen al poder apoyados por todos los descontentos, cesará esa violencia. Pero entonces ya no nos permitirán, tampoco, manifestarnos con libertad.
Editorial VCSradio.net
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