JORGE EL VALEROSO – Cuento Infantil

18 Minutos. Jorge El Valeroso es un emocionante cuento que enseña sobre el manejo del miedo y que puedes escuchar o leer a continuación:

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JORGE EL VALEROSO

En una pequeña ciudad no muy lejana, vivía un hombre junto a

su hijo, al que todos llamaban Jorge el tonto, porque no sabía lo que 

era el miedo. Tenía muchas ganas de saberlo, pero nadie había 

conseguido nunca que el chico se asustara por nada. Una mañana, 

mientras desayunaban, su padre, cansado de esta historia le dijo:

– Si sigues en casa nunca comprenderás nada. Debes marcharte 

a conocer el mundo. Tal vez así llegues a entender algún día 

qué significa exactamente la palabra miedo.

Jorge estaba de acuerdo con las palabras de su padre, de modo 

que al atardecer se despidió, y comenzó a caminar para ver si en algún 

lugar alguien podía ayudarle a solucionar su problema.

Cansado de buscar sin encontrar, una noche oscura llegó a una 

posada de la que salían unos gritos muy fuertes. Decidido, abrió la 

puerta y entró. Allí vio a decenas de hombres que bebían, discutían y 

se pegaban. Uno de ellos se giró hacia la puerta y al ver al joven le dijo 

con voz amenazante:

– Y tú qué quieres.

– Verá – respondió Jorge -, me gustaría que alguno de ustedes 

me ayudase a conocer lo que es el miedo.

– Si no te han dado miedo todos estos hombres – respondió el 

mesonero con ironía – lo único que te puede asustar por aquí 

es la torre del castillo. El rey ha prometido casar a su hija con 

el valiente que pueda dormir en ella tres noches seguidas… y 

hasta ahora nadie lo ha conseguido.

Los hombres que llenaban la posada guardaron silencio. 

Miraban asombrados al mesonero. ¿Cómo podía enviar al chico a un 

lugar tan horrible?

Cuando volvieron la cara para advertirle de los peligros, Jorge ya 

había salido corriendo en busca de la famosa torre que tanto temor 

producía a todo el mundo.

Mientras llegaba al castillo, por el horizonte podían verse ya los 

primeros rayos del sol. Esa misma mañana el muchacho fue a ver al 

rey. Cuando lo tuvo enfrente, Jorge le explicó:

– Majestad, yo no sé lo que es el miedo pero quiero saberlo, de 

modo que le ruego me permita pasar tres noches en la torre 

del castillo.

– Verás – respondió el rey -, la torre está hechizada y nadie ha 

conseguido permanecer allí tres noches seguidas. Si tú lo 

consigues podrás quedarte con todos los tesoros que la torre 

esconde, y además, podrás casarte con mi hija. Para 

conseguirlo sólo podrás llevar tres cosas contigo. Elige bien. 

Buena suerte, muchacho.

Cuando terminó de hablar el rey dos guardias le condujeron 

hacia la torre. Jorge subió unas escaleras y pidió que le llevaran leña, 

unas cerillas y un carrete de hilo.

Llegó la noche y Jorge, cansado de los viajes, se sentó a 

descansar. Al dar las doce en el reloj empezó a sentir algunos ruidos 

que cada vez se hacían más fuertes. 

Se acercó a la puerta y miró por la cerradura. Tenía ante sus ojos 

cientos de lobos salvajes que subían las escaleras corriendo hacia la sala 

en la que estaba. 

Con mucha tranquilidad preparó un pasillo con leña desde la 

puerta hasta la ventana del salón. Abrió la ventana y encendió fuego a 

los trozos de madera con las cerillas que le había dado el rey. Cuando 

escuchó que los lobos golpeaban ya la puerta violentamente para 

pasar, la abrió de repente y todos los lobos quedaron encerrados en el 

pasillo de fuego que había preparado. Al verse atrapados, unos 

huyeron por donde había venido y otros saltaron por la ventana 

cayendo al foso del castillo. 

El chico, tras asegurarse de que no había nadie más en la torre, 

cerró la puerta y la ventana y se durmió al calor de la gran lumbre que 

había hecho.

Por la mañana, el rey subió a la torre a ver qué había sucedido.

 Cuando vio a Jorge dormido en el suelo creyó que estaba 

muerto, pero Jorge, ante el ruido que había en la habitación se 

despertó.

– Pero muchacho, ¡creí que estabas muerto!

– No. He dormido muy bien y muy tranquilo. Creo que aquí 

tampoco aprenderé lo que es el miedo.

– Espera un poco. Sólo ha pasado una noche. Faltan otras dos. 

En cualquier caso, te doy mi enhorabuena.

El rey se marchó y Jorge esperó impaciente a que llegaran las 

horas de oscuridad. Nada sucedía en la torre y el chico estaba 

empezando a aburrirse, así que cosió con el hilo un pantalón viejo y 

una camisa que encontró por allí e hizo una especie de muñeco. 

Le ató las manos y el cuello a otros hilos largos que pasó por la 

lámpara para que cuando tirara de los hilos, la ropa se levantara del 

suelo y pareciera que bailaba. Jorge se puso a cantar alegres canciones 

mientras la ropa bailaba sola en medio del salón. 

Estaba cantando tan alto que no escuchó que el reloj había dado 

ya las doce. Pero un ruido detrás de él hizo que soltara los hilos y el 

muñeco cayera al suelo. 

Se dio la vuelta y vio que dos esqueletos se le acercaban. 

– Buenas noches – dijo Jorge -. ¿Qué desean?

– Venimos a por ti – respondieron los esqueletos.

– Pues adelante; aquí me tenéis

Uno de los esqueletos comenzó a andar hacia Jorge con los 

brazos extendidos, cuando en el corto camino que los separaba pisó el 

carrete del hilo con el que había estado jugando antes el chico, se 

resbaló y cayó al suelo tan fuertemente que todos sus huesos quedaron 

esparcidos por la habitación. El otro esqueleto y Jorge reían sin parar. 

– ¿Qué hacemos ahora? – preguntó Jorge.

– No sé – le respondió el esqueleto -. Si quieres colocamos 

nueve huesos el final del pasillo y jugamos a los bolos.

Estuvieron jugando toda la noche, y cuando llegó el rey por la 

mañana volvió a encontrarse a Jorge dormido en el suelo.

– Dos noches has estado en la torre. Veremos si eres capaz de 

soportar la última…

Las palabras del rey despertaron al chico, que con mucho sueño 

le contó lo que había sucedido, y repitió que allí no sabría nunca lo 

que era el miedo. Pero todavía faltaba una noche. 

 El rey se marchó y Jorge estuvo dormido todo el día 

porque estaba muy cansado. Cuando se despertó, ya se podía ver la 

luna a través de la ventana. No tenía nada que hacer. La tarde estaba 

siendo un poco aburrida. Se puso en pie y empezó otra vez a cantar y 

bailar con su muñeco por ver si así se iban más deprisa las horas. Se 

ató los hilos a las manos y cuando bailaba, la ropa vieja bailaba 

también con él en medio del salón.

Cuando las agujas del reloj apuntaron al techo de la habitación, 

ante la mirada atónita de Jorge apareció de la nada un hombre muy 

alto, de aspecto horrible. Era viejo y tenía una larga barba blanca. El 

chico dejó de bailar y la ropa cayó inerte al suelo.

– Buenas noches, Jorge.

– Buenas noches, señor.

– Soy el más poderoso hechicero del mundo y vengo a destruirte.

– ¿Y cómo lo hará?

– Con mi magia. Observa.

El brujo sopló tan fuerte que el aire empujó a Jorge contra la 

pared. Como aún tenía atada la ropa vieja a las manos, al alejarse de 

donde estaba bailando, el muñeco se levantó milagrosamente del 

suelo y comenzó a moverse alrededor de la lámpara. 

El hechicero asustado le dijo:

– ¡No puede ser! Eres tú el famoso mago al que protegen los 

fantasmas. No me hagas nada, por favor, y te daré todo el oro 

que desees. Te pido disculpas y te muestro mis respetos y 

admiración. 

 Mientras el hechicero se arrodillaba delante de Jorge, 

éste se desató los hilos y dijo: “fantasmas, dejadnos solos”, mientras la 

ropa vieja caía al suelo nuevamente. El hechicero, asombrado, llevó a 

Jorge hasta una sala secreta en la que había montañas de monedas de 

oro, como le había prometido. El chico sacó todas las monedas al 

salón donde había estado las otras noches. Se despidió del brujo y 

esperó despierto la llegada del rey. Cuando llegó por la mañana y vio a 

Jorge sentado sobre una gran montaña de monedas de oro no podía 

creerlo. 

– Preparen la boda – dijo -. Esta tarde mi hija se casará con 

Jorge, al que todos conocerán a partir de hoy como “El 

valeroso”. Vayan a buscar a su familia para que estén presentes 

en la fiesta esta misma noche.

Tuvieron una gran boda y una gran fiesta. Jorge estaba muy feliz 

con su padre y la hija del rey juntos. Cantaron y bailaron toda la 

noche, hasta que los recién casados decidieron ir a descansar. 

Ya en la habitación, la chica pudo ver que Jorge estaba triste.

– ¿Qué te pasa, Jorge? ¿No eres feliz conmigo?

– Sí. Eres muy guapa y amable, y desde que te vi al llegar al 

castillo me enamoré de tus ojos, de tu pelo… y cuando te 

conocí también me enamoré de tu corazón. Pero estoy triste 

porque sigo sin conocer el miedo.

– No te preocupes. Ahora duerme y no estés triste en un día tan 

especial. Ya tendrás tiempo de saberlo.

Jorge se quedó dormido en poco tiempo, pues estaba muy 

cansado. En se momento, la hija del rey salió sigilosa de la habitación 

y cruzó el pasillo sin hacer ruido. Entonces, en medio del silencio de la 

noche, la joven empezó a gritar:

– ¡Socorro! ¡Jorge! ¡Ayúdame! ¡Me van a matar!

Al escuchar los terribles gritos de su esposa, Jorge se levantó de 

un salto de la cama y cruzó el pasillo corriendo. Su corazón latía 

deprisa y su respiración era muy fuerte. Por su frente corrían gotas de 

sudor y sus manos y sus piernas temblaban. Cuando llegó al lugar en 

el que estaba la hija del rey, y ver que estaba cómodamente sentada en 

una silla riendo, pensó un instante y, satisfecho, rió con ella:

– Gracias – dijo con una sonrisa mientras recuperaba el aliento -. 

Ahora ya sé lo que es el miedo: es lo que se siente cuando crees 

que vas a perder aquello que más te importa. 

Ambos se abrazaron y volvieron a la habitación. Desde ese 

momento nunca más volverían a separarse.

Cuentos Populares españoles. Edición de José María Guelbenzú

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