Tiempo de lectura: 4 minutos. Derribar estatuas no cambia la historia. Tampoco ofrece un mejor futuro. Solo con nuestro esfuerzo podemos romper las cadenas del pasado.
Desde los albores de la humanidad, se han levantado monumentos conmemorativos para celebrar los grandes acontecimientos de los pueblos. Así mismo, se han derribado los monumentos de antepasados contrarios a quienes accedían al poder. Un ejemplo es el antiguo Egipto, que borró hasta el nombre de ciertos faraones; este aspecto ha dificultado seguir el rastro de la historia de este pueblo.
Con el pasar de los siglos, quedaron muchas estatuas de conquistadores y guerreros destacados, así como de sabios y gobernantes y de todos aquellos que hacían historia y transformaban el destino de sus naciones. Obviamente en esas celebraciones no cabían los vencidos, pues se trataba de celebrar los triunfos.
Acerca de las actuaciones de esos guerreros, siempre existirá la controversia. ¿Fue Alejandro Magno un genocida o un héroe? ¿Qué diremos de Gengis Kan? ¿O de Julio César? Todos ellos vivieron en épocas de formación de imperios, y el que no conquistaba, era conquistado.
Pero, aquellos eran otros tiempos, y las estructuras culturales de las civilizaciones de hace 2.000 o 3.000 años no pueden compararse con nuestra época.
Por ejemplo, a partir de las protestas de Estados Unidos en 2020, tras la muerte de George Floyd, el revisionismo histórico tan de moda, incluyó el derribamiento de estatuas de personajes considerados esclavistas. Esta tendencia, promovida por el movimiento izquierdista Black Lives Matter, cobró fuerza y se extendió a Europa y, por supuesto a Sur América.
Tomemos el tema de la esclavitud. Esta fue una forma de opresión a lo largo de toda la historia. Hasta hace relativamente poco, la esclavitud era una forma casi natural de mostrar la hegemonía de un pueblo sobre otro; esto, sin olvidar que los grandes monumentos históricos fueron hechos, en gran medida, con mano de obra esclava.
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Es un hecho que el lucrativo comercio de esclavos provenientes de África ocurrido entre los siglos XVI y XIX, contó con la participación de muchos países; e incluso es sabido que tribus africanas como los Ashanti y los Dahomeyanos surtieron a los europeos de esclavos, capturados en sus guerras tribales. Con la independencia de los diferentes países americanos, comenzó a desmontarse, para siempre, este sistema infame de trabajo.
Sin embargo, el afán de algunos grupos por condenar la historia es tan grande, que ahora derriban las estatuas de cualquier personaje. En Colombia se han tumbado estatuas de expresidentes y políticos locales, solo por el hecho de destruir.
En este país, el liderazgo en el derribamiento de estatuas lo han asumido los indígenas Misak, quienes se autonombraron delegados de los casi 1,9 millones de indígenas colombianos. Durante el paro, en un desplazamiento itinerante por el país, han derribado monumentos en Popayán, Cali y Bogotá, con un gran costo económico y cultural.
Es entendible que las poblaciones autóctonas sientan resentimiento contra quienes despojaron a sus antepasados hace 500 años. Pero seguramente, gran parte de este descontento se debe al desconocimiento del transcurrir de la historia y su significado.
Por ejemplo, derribar la estatua de Cristóbal Colón, es tan absurdo como si en Zaragoza, España, derribaran la estatua de César Augusto como invasor del país, hace 2.000 años. Eso es sacar de contexto un hecho ocurrido hace tanto tiempo, solo porque ahora vemos las cosas diferentes. Era inevitable que, tarde o temprano, América fuera conquistada por pueblos mas avanzados. Como los pueblos americanos no contaban con el poder naval ni militar europeo, era imposible que Europa fuera conquistada por ellos.
Renegar del pasado y desconocerlo no va a cambiar la historia. El pueblo Misak, a cambio, debía preguntarse por qué, después de 500 años aún continúa relegado. Y no es por falta de tierras, pues según informes autorizados, más del 40% de las tierras del Cauca están escrituradas a comunidades indígenas.
Es un hecho que Colombia es un país de gran diversidad cultural y multiétnica, donde a partir de la conquista española se mezclaron múltiples razas, de las cuales todos somos herederos. Nos guste o no, esos conquistadores, se quedaron en nuestro territorio y la mayoría de los colombianos llevamos su sangre en nuestras venas. Deberíamos sentirnos orgullosos de nuestra raza actual.
Entonces, no se trata de destruir el pasado que quedó atrás. Los pueblos, como las personas, para progresar deben mirar al futuro. Mientras culpemos a los abuelos de nuestra desgracia, seguiremos siendo desgraciados.
Si no perdonamos el pasado, estaremos haciendo lo mismo que los invasores: quemando libros, destruyendo templos y derribando estatuas. Hoy día debemos pensar en construir, todos como un solo país, y no actuar como los regímenes opresores que solo saben acabar con el patrimonio histórico.
Eso fue lo que hizo el Partido Comunista Chino durante la Revolución Cultural, que renegando de los 5.000 años de historia china, destruyó casi la totalidad de sus reliquias, convirtiendo al pueblo chino en una nación sin sin raíces.
Así que no se trata de derribar las estatuas existentes; lo justo ahora, sería reconstruir las estatuas derribadas y levantar más monumentos de quienes aún no han sido debidamente reconocidos.
Editorial VCSradio.net
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