
Una niña recién nacida en la mano de su madre sobre un fondo borroso con luces.
En una explosión de júbilo, según los informes de los principales medios de comunicación, 780 de 902 senadores y miembros de la Asamblea Nacional de Francia votaron para incluir al aborto en la constitución del país. Este acontecimiento, que tuvo lugar el lunes por la tarde, fue aclamado como una victoria para los defensores del aborto, quienes se congregaron en una manifestación pública en el Trocadéro, frente a la Torre Eiffel. La escena se iluminó con cientos de luces titilantes mientras un mensaje proclamaba: “Mon corps, mon choix” (“Mi cuerpo, mi elección”).
A pesar de la celebración, el evento ha suscitado críticas y preocupaciones, especialmente entre los católicos, quienes consideran este cambio constitucional como la consagración de un acto que, para ellos, va en contra de los principios fundamentales de la vida y la moralidad. Se teme que la inclusión del aborto como una “libertad garantizada” en la constitución represente un giro simbólico hacia una cultura de la muerte en Francia.
La votación, que se esperaba, tuvo un respaldo del 85% de los legisladores a favor del cambio constitucional. Sin embargo, algunos parlamentarios valientes expresaron su oposición, a pesar de que ir en contra del aborto legal en Francia se considera políticamente arriesgado. La enmienda constitucional asegura el “derecho” de las mujeres a recurrir al aborto como una expresión de su libertad e igualdad con los hombres.
Aunque se estima que la legalización del aborto no conducirá a un aumento espectacular en los procedimientos, su impacto simbólico no debe subestimarse. Hasta ahora, el aborto no se consideraba un derecho legal completo en Francia, lo que permitía cierta esperanza de reversión. Sin embargo, su inclusión constitucional marca un hito en la inversión de los valores morales, oficializando la postura de Francia como parte de una cultura que favorece la muerte sobre la vida.
El presidente Emmanuel Macron celebró la noticia con un mensaje de orgullo francés y anunció una ceremonia de sellado de la nueva enmienda en la plaza Vendôme de París. Aunque la votación no abordó la cuestión del derecho del niño concebido a permanecer vivo, algunos legisladores advirtieron sobre posibles amenazas al derecho de objeción de conciencia, especialmente para profesionales de la salud.
El movimiento provida, representado por la Marcha por la Vida, organizó una manifestación en Versalles durante el congreso parlamentario, destacando la importancia de proteger el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Oradores prominentes, incluidos representantes de la Iglesia Católica, expresaron su descontento y preocupación por las posibles implicaciones éticas y legales de la enmienda.
A pesar de la tristeza que rodea la aprobación de la enmienda, se vislumbra un rayo de esperanza en el llamado a la oración y el ayuno por parte de la Conferencia de Obispos Católicos Franceses. En la diócesis de Versalles, el obispo Luc Crépy instó a los legisladores a seguir sus conciencias y resistir las presiones políticas y mediáticas. La jornada concluyó con una adoración eucarística en la parroquia de Notre-Dame de Versalles, donde se rezó por la vida y se recordó la preciosa naturaleza de cada ser humano, independientemente de su fragilidad.
Aunque se haya perdido una batalla, algunos líderes provida sostienen que la guerra aún no está perdida y confían en que la defensa de la verdad perdurará. La esperanza persiste, reforzada por la fe en un futuro donde la dignidad de la vida sea restaurada y protegida.
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