El Conflicto de los Melones


6:30 minutos de lectura. Generalmente el ocio y la pereza engendran la envidia y provocan la maldad. Pero la benevolencia puede derrotar todos estos enemigos. Veamos cómo una plantación de melones fue escenario de todo esto.


En cierta provincia lejana vivían dos campesinos, cuyas fincas colindaban. Cada uno de ellos tenía tres hijos, con los que practicaban las labores del campo. Como en esos parajes crecían abundantemente los melones, todos los propietarios se dedicaban a su cultivo, y los dos hombres no eran ajenos a este negocio.

Como suele suceder en los vecindarios, existía cierta rivalidad, la cual generaba entre los muchachos constantes roces y recelos. Los respectivos padres debían intervenir constantemente para evitar que se fueran a las manos, aunque en las charlas de sobremesa con sus hijos a veces hacían comentarios que provocaban nuevas desavenencias.

Con el fin de que aprendieran convenientemente el oficio de la agricultura, los jóvenes habían sido encargados del cuidado de los melones. Los hijos del mayor de los campesinos, a quien llamaremos Alex, desde pequeños habían aprendido a ser muy diligentes y diariamente regaban sus plantas y cuidaban que la hierba no las afectara. Por este motivo, los melones crecían rápidamente, con un aspecto sano y provocativo.

Los hijos del otro granjero, llamado Nicolás, por el contrario, eran bastante holgazanes. Preferían corretear por el campo, dormir bajo los árboles o escaparse hasta la aldea donde tenían muchos amigos. Como resultado de esto, los melones a su cuidado languidecían bajo el sol ardiente, esperando unas gotas de agua que no llegaban.

Cierto día, Nicolás fue a revisar el progreso de sus plantas y, viendo la diferencia entre los dos cultivos, regañó duramente a sus hijos por su descuido, haciéndoles ver que sus vecinos estaban logrando mejores resultados en el mismo tiempo.

Este regaño no cayó bien entre los muchachos quienes, movidos por la envidia, en vez de aplicarse para mejorar su sembrado, decidieron pasar el lindero, dañando los melones de los jóvenes vecinos.

Tan pronto como los afectados vieron que sus rivales estaban arruinando sus plantas, fueron ante su padre y le expusieron lo ocurrido. Todos estaban de acuerdo en que se trataba de una provocación y que si no actuaban serían tenidos como débiles y cobardes.

Pero Alex, que había tenido una vida dura y no necesitaba demostrar su valor, les indicó que esa no era una solución sabia para un problema pequeño. Entonces, les dijo:

 -Es cierto que ellos nos han hecho daño, pero si actuamos movidos por el odio, solo lograremos empeorar las cosas. Lo que parece un pequeño conflicto puede volverse grande y ni ellos ni nosotros ganaremos nada. Más bien, debemos actuar en forma opuesta y les aseguro que será mejor para todos.

Sin entender todavía qué podría ser mejor que tomar venganza, los muchachos decidieron escuchar a su padre, a quien los tres respetaban. Entonces él continuó:

-A partir de esta noche, cuando ellos estén dormidos, vayan a su campo y rieguen los melones. Pero háganlo con discreción, sin alardear. Entonces, solo esperen los resultados.

Un poco escépticos, pero confiando en que sería una buena decisión, comenzaron a regar los melones vecinos noche tras noche. Pronto los resultados fueron vistos por todos, y ahora los melones a ambos lados se veían a cuál más relucientes y sanos.

No les costó a los muchachos vecinos entender qué estaba sucediendo. Cuando su padre se enteró, sintió vergüenza por la actuación de sus hijos y visitó a su viejo vecino, llevándole regalos como símbolo de reconciliación. Los tres jóvenes, también avergonzados, acompañaron a su padre y, con la cabeza gacha, pidieron disculpas mientras prometían que jamás repetirían una acción que perjudicara a sus buenos vecinos.

Una vez Nicolás se hubo retirado, Alex llamó a sus hijos y les dijo:

-Espero que esto les haya enseñado algo. Si hubiéramos respondido con agresión y represalias, ahora estaríamos en un conflicto que solo nos dividiría aún más y traería malas consecuencias. Pero cuando mostramos una actitud conciliadora y benevolente, podemos cambiar el corazón de las personas y obtener de ellas lo mejor que tienen en su alma. Es por esto que el sabio Lao Zi dijo: “Haz el bien cuando te traten mal”.


Cuento anónimo chino adaptado para VCSradio.net

Narración: Javier Hernández

Música de fondo: Orchestral – Envato

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