14 Minutos. Navidad en el bosque es un divertido cuento navideño que enseña a evitar la envidia y que puedes escuchar o leer a continuación:
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Navidad en el bosque
Érase una vez un bonito pueblo, en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conocer una de las noticias más esperadas de la temporada.
Todas las actividades que realizaban en aquella época tenían como objetivo la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión.
A partir de este momento daremos inicio al concurso de cocina, serán premiados los platos más deliciosos y variados: pavo horneado, buñuelos, natilla, galletas y tortas. Manifestó la señora Ardilla.
La tradicional carrera de hielo y el ensayo del coro de los villancicos se llevará a cabo en las tardes, en el lago helado y participarán los más pequeños. Agregó la señora Ciervo.
Y, por supuesto, estaba la mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se representaba una obra de teatro que tenía como tema central la amistad. El Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año:
– Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad, dijo el Señor Búho posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir un ganador. Así que sin más demora demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de la obra ganadora ‘Salvemos el bosque’.
– Gracias, gracias, es un honor para mí, exclamaba Conejo entre aplausos.
– Bien, pues ya saben que mañana a las diez daremos comienzo a las pruebas de selección. Rogamos puntualidad a los interesados, concluyó el Sr. Búho.
Al día siguiente, a la hora convenida, comenzó la selección. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado con cortar un Árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino.
En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba la inestimable ayuda de un girasol y de un lirio que ponían su astucia al servicio de la noble causa. Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr. Oso haría de guardabosques, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al girasol, y la Sra. Lince, al lirio.
Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, hasta que hizo su aparición el peor de los fantasmas: la envidia.
– Sr. Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El leñador está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos especiales que dejarían al público boquiabierto, dijo el Sr. Búho en uno de los ensayos.
– Sí, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor. Podemos hacer un juego de luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra navideña, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Lo invade la envidia y con gran enojo manifestó.
Yo soy el mejor, ese papel solo lo puedo realizar yo; a Castor no le funciona su tono de voz y tampoco necesito juego de luces.
El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando, estuvo muy arisco.
Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La señora Pata consideraba que el vestido de la señora Lince era más llamativo y que debían dárselo a ella. El vestido lo quiero yo, a mi me queda mejor.
La tensión en el escenario se podía cortar y el desastre no se hizo esperar, y durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para interpretar el número final comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío que parte del decorado se rompió.
– Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? – preguntó Conejo encolerizado. Han echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo los echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo hoy. Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por una cosa así?
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. ¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
– Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido.
– ¿Y cómo podemos hacer que vuelva? preguntó asustada la señora Ardilla.
– Nos vamos a quedar sin Navidad, se oyó decir a un lobito.
– Hoy es un día muy triste. La envidia ha desatado unas reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de brillar y la obra de teatro peligra.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir.
– Lo siento mucho. Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?
– No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mal comportamiento. Si sirve de algo yo también lo siento, se lamentó Castor.
– Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un trozo de tela, exclamó la señora Lince dándole un abrazo a la señora Pata.
– Miren, ¡está nevando! gritó con entusiasmo una voz.
– Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. ¡El espíritu de la Navidad ha vuelto!, se oyó.
Ese año, la Navidad se vivió con mucha intensidad en el bosque, al fin y al cabo, estuvieron a punto de perderla para siempre. Habían aprendido la lección y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se podían controlar.
Así que para que no se les olvidará nunca construyeron una gran placa de madera que colgaron del Gran Árbol. En ella se podía leer la siguiente inscripción: “El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídala todos los días y crecerá”.
Cuento de Helena López-Casares Pertusa, publicado en guiainfantil.com