Tíbet: genocidio cultural disfrazado de progreso

5 minutos. El régimen chino adelanta en el Tíbet un genocidio cultural, que se oculta bajo un falso progreso.

El pasado 18 de julio se conoció sobre la visita de Xi Jinping al Tíbet, primera de un líder chino en los últimos 30 años. Esta visita, de aparente acercamiento, muestra una vez más la política doble del régimen comunista, de su “estrategia blanda”, mientras realiza un genocidio cultural.

Según la prensa oficial, Xi Jinping se quiso enterar de primera mano acerca de los asuntos religiosos y étnicos; así mismo, del trabajo que –según ellos- están realizando para “proteger la cultura tibetana”.

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Resulta curioso que unos días antes de esta visita, se conoció la condena a varios monjes budistas de la capital tibetana de Lhasa, a 20 años de prisión. El crimen cometido por tales monjes es algo que para el Partido Comunista Chino (PCCh) resulta altamente subversivo: guardar fotos del Dalai Lama y mantener conversaciones por WeChat con tibetanos exiliados en el exterior.

Sin embargo, el tema del Tíbet ha pasado a un segundo plano; esto puede deberse a la prioridad que ha adquirido la reciente campaña de exterminio que el PCCh viene llevando a cabo en contra de la etnia Uigur, en la provincia de Xinjiang. Pero el hecho de que no se mencione, no significa que la situación en esa región autónoma haya cambiado.

Pero la región del Tíbet es de gran importancia para China, debido a la abundancia de minerales; además está la presencia de enormes fuentes hídricas, pues todos los grandes ríos asiáticos nacen allí.

Sin embargo, como esta región tiene una cultura, idioma y religión propias que la apartan de la cultura Han, mayoritaria en China, el régimen del PCCh siempre ha visto esa diferencia como un permanente peligro, por temor a la búsqueda de independencia y autonomía.

Es así que, desde hace años, China ha promovido la implantación de la cultura comunista en Tíbet, así como la erradicación del idioma. En cuanto a la religión, está profundamente arraigada entre la población. Por este hecho, simplemente se encuentra en el proceso de ponerla bajo la tutela del Partido, o sea poner a los dioses bajo la supervisión de un estado ateo.

Por consiguiente, desconocen la autoridad del Dalai Lama, quien, según el pueblo tibetano, es una de las dos encarnaciones de Buda.

En cuanto a la otra encarnación del Buda, el Panchen Lama, el niño  Gedhun Choekyi Nyima, fue secuestrado en 1995 por el gobierno chino; se supone que, a la muerte del Dalai Lama, el Panchen Lama debe liderar la búsqueda del sucesor. Esto es algo que el PCCh no aceptará y ante lo cual, con seguridad, impondrá uno, en contra de las creencias tibetanas.

A través de todos estos actos, lo que busca el PCCh es la integración forzada del pueblo tibetano a la cultura impuesta por el PCCh. Por otro lado, se teme el envío masivo de población Han al Tíbet, como ocurrió en Xinjiang; esto aniquilaría al pueblo tibetano como una cultura independiente.

Ahora bien, el régimen de Xi Jinping se esfuerza en mostrar los progresos materiales que se han logrado en la región. Después de la destrucción de cientos de templos durante la Revolución Cultural, se están restaurando los más relevantes. Pero se asegura que esto en realidad se hace para atraer el turismo.

Lo cierto es que, mientras se hace hincapié en el progreso material, el materialismo ateo del PCCh está minando vorazmente una cultura milenaria, ante la vista impotente del propio pueblo tibetano. De este modo, demuestra que no es suficiente con negarles su libertad y autonomía, sino que busca aniquilarlos como cultura, con el falso argumento de integrarlos a la “modernidad” china.

Editorial VCSradio.net basado en información de bbc.com, Infobae.com y es.bitterwinter.org


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