6 minutos. El caso del terrible accidente en que se vio implicado Enrique Vives Caballero hace visible el fenómeno de la descomposición social que vivimos.
En días pasados impactó la noticia de un conductor ebrio, quien atropelló a siete jóvenes en Santa Marta, seis de los cuales murieron. Pero más allá del infortunado accidente, llama la atención toda la serie de artimañas a las cuales han recurrido el implicado, su familia y el abogado para evadir la responsabilidad por lo ocurrido.
Se trata del joven empresario Enrique Vives Caballero, miembro de una importante familia samaria. Después de que ocurrió el accidente, en la madrugada del 13 de septiembre, se presentaron varios hechos a los cuales la prensa nacional les hizo seguimiento. Inicialmente, el informe de los policías que acudieron al sitio dejó dudas, por lo que luego se les abrió investigación por parte de la procuraduría.
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Posteriormente, el empresario se internó sucesivamente en dos clínicas, buscando dilatar los procesos, según la procuraduría. Además de esto, se han presentado intimidaciones del padre de Enrique Vives a la fiscal del caso, maniobras del abogado que rayan en lo penal y toda clase de argucias para evadir la responsabilidad. Finalmente, no aceptó los cargos porque, según él, fueron los jóvenes quienes provocaron el accidente.
Pero, no es el único caso de este estilo en Colombia. Recordemos al asesino y violador de la niña Yuliana Samboní, Rafael Uribe Noguera ocurrido en 2016, cuya familia recurrió a lo que fuera para encubrir el crimen, desde limpiar el cuerpo de la niña asesinada, hasta tratar de hacerlo pasar como enfermo mental.
Sin embargo, aparte de que al final se haga justicia o no, lo que realmente se evidencia es la absoluta falta de valores de una sociedad egoísta e irresponsable.
Tanto los culpables, como las familias y personas cercanas a ellos, ciudadanos que aparentemente llevan una vida dentro del marco de las leyes, de repente, sin dudarlo, se prestan para todo tipo de conductas delictuosas para que su familiar no pague por un delito evidente.
Y, no se trata de solidaridad con el familiar o amigo en desgracia. Porque quienes se encuentran en desgracia realmente, son sus víctimas. Entonces, todo se reduce a un comportamiento inmoral ante una situación que no debería dejar alternativas. Se trata de alguien que cometió un crimen o un acto contra la ley, y debe responder por ello ante la sociedad.
Pero muchos argumentan que los lazos de familia o el sentimiento hacia el hijo o el amigo priman en casos como estos. Sin embargo, todo eso es sencillamente parte de lo mismo, pues corresponde a una concepción creada por una sociedad cuyos valores morales definitivamente se encuentran en decadencia.
Seguramente, si buscamos en el pasado de estos personajes, encontramos que son hijos de padres permisivos, incapaces de transmitir una educación recta a sus hijos. Probablemente aplaudían las pequeñas fechorías de sus niños, los abusos con otros compañeros, pues lo veían como una capacidad para enfrentar un mundo duro. La mentira y el ocultamiento no eran conductas demasiado reprochables, y siempre estaban dispuestos a justificar sus errores.
Entonces, evadir la justicia, es natural. ¿Qué problema hay con cubrir un delito con otro delito? Lo importante es estar libre, doblegar la justicia, pues lo que vale es el derecho propio, por encima del ajeno.
Ya es momento de que revisemos qué funciona mal en la sociedad actual. A qué horas nos robaron la capacidad de hacer lo correcto. Todos los días vemos noticias sobre la corrupción de políticos y empresarios, la venalidad de los jueces, las mentiras de políticos oportunistas.
Todo eso forma parte de la misma enfermedad social. No son dos o tres familias o individuos irresponsables. Es un común denominador de la sociedad, que al final mira para otro lado y sigue su camino, pues parece mejor opción no involucrarse.
Debemos empezar por revisar nuestra conducta, porque siendo sinceros, todos en el fondo sabemos qué es bueno y qué no lo es, pero el problema es que se perdió el valor moral de responder por nuestros actos, y eso es lo que le estamos transmitiendo a nuestros hijos.
Es hora de reconocer que como padres y sociedad nos hemos equivocado y que, si no nos enderezamos desde nuestro corazón, terminaremos enfermando aún más a la sociedad, porque una sociedad sana se basa en el respeto al derecho ajeno y en asumir las consecuencias de nuestros actos.
Artículo escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
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