5 minutos de lectura: Con las elecciones para Senado y Cámara, Estados Unidos se juega mucho más que un episodio de poder político. Se trata de si la balanza gira totalmente a la izquierda o aún se puede mantener un equilibrio.
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El 8 de noviembre será una fecha clave, no solo para el gobierno de Joe Biden, sino para los EEUU, pues los norteamericanos decidirán su apoyo o rechazo a la actual administración demócrata.
Con las elecciones para senado y cámara de representantes se definirá qué tanto margen de maniobra tiene el gobierno de Biden para avanzar con su agenda política. Pero conociendo cómo ha caído su popularidad, existe un fuerte temor de que esto pueda afectar a los aspirantes demócratas.
Joe Biden llegó al poder con un discurso de confrontación abierta con las políticas de Donald Trump. Gracias a una campaña de desprestigio hacia el entonces presidente, apoyada por los grandes medios progresistas y las redes sociales, se logró imponer en medio de una gran controversia sobre la legitimidad de las votaciones.
Pero desde un comienzo se pudieron ver sus decisiones erráticas, especialmente en el campo internacional. La salida precipitada de Afganistán, dejando a la población de ese país a merced de los extremistas islámicos, fue el primer gran desencuentro con la opinión pública.
Sin embargo, es en la política doméstica donde la población ha visto mayores decepciones. En su afán por contradecir el manejo de la migración fronteriza de Trump, prácticamente invitó a todos los migrantes potenciales a llegar hasta la frontera.
Esto creó unas enormes expectativas entre una muchedumbre de desposeídos de todas las procedencias latinoamericanas, quienes se agolparon en la frontera mexicana esperando el prometido acogimiento.
Ante la crisis que comenzó a crecer, la vicepresidente Kamala Harris fue delegada para dar solución al problema migratorio. Pero los resultados fueron nulos. Los gobernadores fronterizos, abrumados con la multitud de ilegales en sus estados, comenzaron a enviarlos en autobuses hacia los estados demócratas.
Lo anterior demostró a los partidarios del gobierno que es más fácil criticar que solucionar un problema.
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Pero la creciente inflación, que ha comenzado a empobrecer a gran parte de la población, es quizá el mayor desafío del gobierno. Con los mayores índices de devaluación en 40 años, y la inflación aproximándose al 10%, muchos norteamericanos se sienten cada vez más cerca de la línea de pobreza.
En una encuesta reciente se conoció que uno de cada cuatro norteamericanos no celebrará la cena de acción de gracias de este año, por las dificultades económicas. Conociendo la importancia de esta fiesta en EEUU, no deja de ser muy diciente de la situación que se vive.
Todo lo anterior, entre muchas otras razones, está provocando que muchos personajes y líderes del partido demócrata estén abandonando sus toldas.
En días pasados, se conoció que la excongresista demócrata de Hawái Tulsi Gabbard había decidido dejar el partido, e invitaba a sus seguidores a imitarla. Para confirmar su decisión, escribió en su cuenta de Twitter:
“Ya no puedo permanecer en el Partido Demócrata de hoy (…) que nos divide racializando cada tema y avivando el racismo contra los blancos, que trabajan activamente para socavar nuestras libertades otorgadas por Dios que están consagradas en nuestra Constitución, que son hostiles a las personas de fe y espiritualidad, que demonizan a la policía pero protegen a los delincuentes a expensas de los estadounidenses respetuosos de la ley (…) y sobre todo, que nos están arrastrando cada vez más cerca de la guerra nuclear.
Hace unos meses, el poderoso industrial Elon Musk, después de afirmar que siempre había votado por los demócratas, anunció que en estas elecciones lo haría por un republicano.
Entre otras cosas, aseguró que, “En el fondo, el despertar (o el llamado woke progresista), es divisivo, excluyente y odioso. Básicamente le da a la gente mala una razón, les da un escudo para ser malos y crueles, blindados con una falsa virtud”.
De todos es conocida la postura de Musk a favor de la libertad de expresión, reprimida por la cultura progresista que apoya a los demócratas.
Lo cierto es que ahora, cuando las encuestas no favorecen a los candidatos demócratas, los dirigentes del partido, con Biden y Barack Obama a la cabeza, recurren a la retórica del apoyo al aborto.
Con esto radicalizan una vez más a los norteamericanos, buscando la confrontación como medio de llegar a quienes defienden las ideologías progresistas, que se han inculcado en la población a través de años de adoctrinamiento.
Pero mientras tratan de mostrarse como la contracara de los republicanos, Biden no tiene problema, ante el fracaso de su política migratoria, de revivir la regla impuesta por Trump para expulsar a los migrantes venezolanos.
En 2020 Trump invocó el llamado título 42, apelando a la emergencia del covid, para rechazar a los migrantes ilegales. Esto fue catalogado por Biden de cruel y excluyente. Pero, siguiendo la línea progresista de contradecir hoy lo que pregonaba ayer, ahora parece que tal regla no es tan excluyente.
Todo este panorama nos muestra un Partido Demócrata más interesado en conservar el poder a costa de cualquier artilugio que pueda hacer creer en un futuro promisorio. Pero los resultados de sus políticas, como los de cualquier gobierno de izquierda, conducen a la población hacia el desastre.
Sin embargo, esto no parece importar a tales dirigentes. Casi podríamos pensar, con algo de malicia, que su fin verdadero es justamente ese desastre.
Como sea, el próximo 8 de noviembre el pueblo norteamericano se juega gran parte de su futuro inmediato. Si el Partido Demócrata impone las mayorías, Biden tendrá carta blanca para adelantar su agenda.
Pero, como se ven las cosas, eso no será fácil. Solo cabe esperar que el votante medio sepa elegir la dirección adecuada para su país. Porque está visto que la izquierda cada día se muestra más radical. Además, poco a poco ha ido copando los gobiernos de muchos países, a pesar de los resultados nefastos que se han visto siempre.
Estamos en el momento de saber realmente si EEUU puede seguir siendo el líder de la sensatez en el mundo. Porque, en los difíciles días que vivimos, ahora más que nunca se necesita su liderazgo.
Escrito por Carlos A. Morales G. para VCSradio.net
Foto: Capitolio de EEUU, lado oeste en Washington D.C. – Martín Falbisoner – Wikimedia Commons
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